Hoy se desarrolla un capítulo decisivo en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), un proceso que muchos esperaban con ansias y otros con desdén. Si esta situación se resuelve hoy, no podemos olvidar que hemos pasado casi siete meses viviendo un caos que, francamente, nunca habíamos experimentado. Todo esto, gracias al capricho de unos cuantos que querían aferrarse a la dirección del agua. Y ahora, el destino de la universidad está en juego.
No queda ninguna duda de que Jesús Madueña será nuevamente el rector. La reelección no es solo un resultado probable; es casi un hecho. Y no se trata solo de un simple acto electoral. Se elegirá bajo las mismas reglas que se implementaron para atacarlo, con los mismos argumentos que usaron quienes pretendieron sacarlo de la jugada. Hoy, el discurso se ha agotado. Madueña puede estar tranquilo y decir: “Lo logré”. Pero, ¿a qué costo?
Es crucial recordar cómo comenzó este proceso. Se gestó en medio de caprichos e imposiciones que solo llevaron a un desgaste innecesario, con consecuencias que han repercutido más allá de la universidad. Se ha vivido un proceso largo, lleno de gritos, conflictos y, si se quiere ser coloquial, “chingadazos”. Hoy, ese discurso de odio contra los universitarios que no coincidían con la visión de quienes nos gobiernan se ha desvanecido.
Bajo el manto de estas nuevas reglas, Madueña asumirá su cargo, lo que deja en una posición incómoda a quienes alguna vez fueron presidentes de la junta, como Feliciano Castro. ¿Qué queda de aquellos que se lanzaron con discursos incendiarios, inventando consultas y promoviendo el odio? Y aunque es cierto que es tiempo de las mujeres en la política, parece que este no era el momento para la señora Denisse, quien también intentó competir.
Este proceso debería servir como una lección para todos. Cuando hay interés, voluntad y unidad, es difícil derribar a quienes están determinados a avanzar. Hoy, con todo y el ruido que se pueda generar, Jesús Madueña, aunque a muchos les duela, volverá a ser rector.
El reto no solo es para él, sino para la comunidad universitaria en su conjunto. La pregunta que queda es: ¿será capaz Madueña de transformar esta turbulencia en una oportunidad para unir y elevar a la UAS a nuevos horizontes? Solo el tiempo lo dirá, pero lo que es innegable es que la historia de hoy se recordará como un momento crucial en la política de la educación superior en Sinaloa.