El 2020 hará historia como un año singular debido a la ocurrencia de más de 100 mil fallecimientos en México por Covid-19. Como saldo extra, dejará también para el periodo posterior un probable rebrote masivo de contagios, más muerte y disturbios políticos.
De ninguna forma se requiere ser adivinos ni agoreros profesionales para advertir estos sucesos.
Y es que nada detiene eficazmente la pandemia, por un lado, y ni siquiera la autoridad emite una convocatoria a la unidad nacional y a respetar las reglas escritas. No vemos ninguna.
Este año que corre engendra una carga densa de sucesos que vendrán a dividir más a esta sociedad ya sobrepolarizada.
En 2021 se intensificará una guerra sucia que excluye el debate de ideas e instaura la confrontación brutal como método único para imponerse a otros; olvida el respeto a la  inteligencia de los ciudadanos y de los adversarios y viola las normas que debieran acotar el desenfreno.
Así, las instituciones responsables de preparar, ejecutar, vigilar y sancionar el proceso electoral  son ignoradas, vilipendiadas de antemano y prescindibles.
No son novedad los actos anticipados de campaña que ejecutan sin pudor la mayoría de los aspirantes.
No extraña la propagación de publicidad anticipada, ni el uso y abuso de las desgracias de la comunidad para medrar con su dolor.
No hay freno ni sanciones a la propagación de encuestas de opinión hechas a modo, financiadas por políticos y grupos de poder sin escrúpulos que engañan sin vergüenza alguna.
La degradación de la vida democrática es acelerada y una consecuencia de ello es el envilecimiento de la política.
No hay decoro.
Vea usted: en este pandemonio, para muchos, ser candidatos no requiere capacidad y honestidad; estorba ser leal a una causa o partido y todo se vale.
Las alianzas pueden ser con el demonio mismo.
La moneda de cambio y el mensaje serán los golpes y las ínfamias lanzados contra el otro, al que la honestidad se sustituye fácilmente con cinismo y mentiras.
Lo imprescindible ahora en un candidato es no tener escrúpulos, y disponer de recursos abundantes (¡de donde provengan!) para el pago de publicidad, sobre todo marginal.
Más no todo está perdido  en cuanto a la calidad de los candidatos.
Como en todo, hay excepciones.
Pero busquemos y posiblemente encontraremos casos de aspirantes dignos que merecen nuestros votos (por oficio, haremos nuestra parte y escudriñaremos trayectorias y perfiles).
Ah, de los que ahora son gobierno y no sirven, están calificados y a la vista.