Siempre se ha dicho que si tienes un problema, ¿para qué buscar otro? Sin embargo, en Sinaloa parece que hemos hecho de la crisis una costumbre. La alarmante situación del agua ya no es solo un tema de conversación; se ha convertido en una amenaza real que podría dejarnos sin el recurso más vital para el consumo humano en tan solo dos años, a menos que el “dios de la lluvia” decida hacer su aparición.

La crisis económica es otro aspecto que no podemos ignorar. Los sinaloenses enfrentamos un panorama desolador: los trabajos son escasos y, los que existen, están mal remunerados. Negocios cerrados y empresas que se van como si estuvieran de vacaciones, pero sin planes de regreso, han dejado a muchas familias en la incertidumbre. La falta de empleo y la precariedad en las condiciones laborales han generado un ambiente de desesperanza, donde las oportunidades parecen ser solo un espejismo.

A esto se suma la crisis de seguridad, que amenaza con convertirse en una nueva normalidad. Lo que antes era impensable, ahora es cotidiano: carreteras tomadas, asesinatos, robos de vehículos y asaltos. Nos hemos visto expuestos a situaciones que jamás imaginamos, y lo más preocupante es que esta violencia ha comenzado a extenderse hacia municipios que antes disfrutaban de una relativa paz. La sensación de vulnerabilidad se ha apoderado de la sociedad, con ciudadanos que sienten que su seguridad y bienestar están en constante riesgo.

La situación se complica aún más con la crisis política que se cierne sobre nosotros. Los conflictos abren frentes por todos lados: desplazados, despidos y siembras secas son solo algunas de las consecuencias de un entorno político tenso. Figuras como el químico Benítez y Estrada Ferreiro, junto a la reciente controversia del desafuero de Gerardo Vargas Landeros, generan más confusión que soluciones. Vargas, con su desafuero, se convierte en una roca en el zapato para los morenistas, que han visto cómo Ahome, el único municipio que ofrecía algo de tranquilidad, se encuentra ahora al borde del colapso.

La crisis política también ha afectado la capacidad de los gobiernos locales para responder a las necesidades urgentes de la población. En lugar de enfocarse en la seguridad, la economía y la atención a la ciudadanía, los líderes parecen más interesados en dirimir disputas internas. Esto ha dejado a los sinaloenses en un estado de desamparo, con la sensación de que sus voces no son escuchadas y sus problemas no son prioritarios.

La represión y la falta de atención a las demandas sociales han llevado a un aumento en las protestas y manifestaciones. La gente ya no puede quedarse de brazos cruzados ante un panorama tan desalentador, y la búsqueda de un cambio se torna cada vez más urgente.

Así está Sinaloa hoy: en un hilo, atravesando crisis en todos los sentidos. La necesidad de un cambio es apremiante, y la esperanza de regresar a la normalidad se hace cada vez más urgente. Solo con unidad, diálogo y un enfoque renovado en las verdaderas necesidades de la población podremos enfrentar estos desafíos. Es momento de que todos, desde los ciudadanos hasta los líderes, asumamos la responsabilidad de construir un Sinaloa más fuerte y resiliente. La acción y la reflexión son imprescindibles para salir adelante en esta encrucijada.
Según yo … Goyo310

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