¡Ay, hermanos! ¿Qué tal? Hoy les traigo un chisme que ni el más sabroso de los tamales podría igualar: la nueva Ley de Telecomunicaciones ha llegado, y parece que no solo se trae un trompo a la uña, sino también un buen puñado de sorpresas que nos harán reír… o llorar. Con 283 artículos, esta ley promete regular el espectro radioeléctrico y, de paso, ponerle un candado a la propaganda extranjera. ¿Estamos listos para lo que viene? ¡Porque yo no!
Primero lo primero: el adiós al Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT). ¡Ánimo! Se va el IFT y entra la nueva Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones. Suena como si nos estuvieran vendiendo un nuevo modelo de coche, pero en lugar de eso, estamos cambiando un árbitro imparcial por un aficionado que solo ve su propio equipo ganar. En vez de un regulador, ahora tenemos un “superhéroe” del gobierno que decide qué se puede decir y qué no. ¡Lo que nos faltaba! Es como si le dijéramos a un niño que no puede tocar el pastel de cumpleaños porque, quién sabe, podría hacer un desastre. O sea, ¡¿en serio?!
Ahora, hablemos de las concesiones. La ley introduce nuevas modalidades que, supuestamente, abrirán el mercado a más jugadores. Pero ya sabemos cómo funciona esto: es como prometer que habrá más tacos en la fiesta, pero al final solo hay de frijoles y no hay salsa. Así que, esperemos que no termine siendo un juego de Monopoly donde solo unos pocos se sientan a la mesa y los demás miran desde la puerta, con el estómago rugiendo y la esperanza a cuestas.
Y aquí viene la joyita: la regulación de la propaganda extranjera. Tres artículos en un mar de 283 que buscan controlar lo que los gobiernos extranjeros pueden decir en nuestro querido México. ¡Qué bonito! Ahora, si un país quiere hacer un anuncio aquí, tendrá que pedir permiso, como si su mensaje fuera un “buenos días” al vecino. “Oiga, compadre, ¿me deja poner este anuncio de su festival en su patio?” ¡Lo que nos faltaba! ¿Y si un anuncio cultural se considera “demasiado extranjero”? ¡Vaya lío! Me imagino a un funcionario con una lista de “cosas que pueden ofender nuestras raíces”, y ahí se va la diversión.
Pero no se detiene ahí, hermanos. El artículo 109 de esta propuesta permite que las autoridades soliciten el bloqueo temporal de plataformas digitales en caso de que se considere que hay incumplimiento de las normativas. ¡Así como lo oyen! Es como si el gobierno tuviera un botón de “mute” para silenciar a quien no le guste. ¡Qué maravilla! Ahora no solo debemos preocuparnos por lo que se dice en la tele; también hay que andar con cuidado al tuitear porque el “Gran Hermano” podría estar mirando. Imaginen que un día su meme favorito desaparezca de la noche a la mañana porque alguien decidió que es mejor que no lo veamos. ¡Qué alivio!
El senador Ricardo Anaya, que no se queda callado ni en misa, ha llamado a esta propuesta la “Ley Censura”. Y no le falta razón. Es como si estuviéramos en un pueblo donde el alcalde decide quién puede hablar y quién no. La idea de que una sola agencia tenga el control de lo que podemos ver y escuchar suena a que estamos en una mala película de terror. “¡Ya ni la llorona asusta tanto!” Si todo queda en manos de un solo “superhéroe”, nos estamos arriesgando a que nuestro único entretenimiento sea ver cómo el gobierno aplaude sus propias decisiones.
Por otro lado, tenemos al siempre optimista Aníbal Ostoa Ortega, quien defiende esta iniciativa como un intento de acabar con la “colonización mediática”. ¡Bravo! Porque, claro, lo que realmente necesitamos es un gobierno que decida qué tipo de propaganda se puede ver, mientras que el resto de nosotros nos quedamos en la oscuridad. Como si fuéramos niños que no pueden ver la tele sin el permiso de papá. La soberanía comunicativa suena muy bien, pero no podemos olvidar que la libertad de expresión no debería ser un lujo, sino un derecho.
Y mientras tanto, la presidenta Claudia Sheinbaum nos asegura que no hay intención de censurar. ¡Que alivio! Es como si un ladrón de gallinas dijera que solo vino a ver cómo están los pollos. La idea de ajustar artículos problemáticos es un buen paso, pero no olvidemos que la libertad de expresión no debe estar en la mesa de negociaciones. Es como si dijéramos: “Claro, tú puedes hablar, pero solo si lo haces en un susurro”.
Así que, hermanos, la nueva Ley de Telecomunicaciones está aquí, y aunque trae consigo oportunidades que podrían ser interesantes, también plantea desafíos que podrían convertirnos en un país donde solo se escuche la música que el gobierno elige. La clave será encontrar un equilibrio que nos permita avanzar sin sacrificar nuestra libertad de expresión. Pero, sinceramente, con el rumbo que llevamos, será mejor que nos preparemos para un futuro donde el único grito que se escuche sea el de: “¡Aguanta, que ya viene la censura!” ¡A seguir atentos!
Según yo Goyo310