“¡El burro hablando de orejas!”, “la lealtad en el lomo de una liebre” y “no le gusta comer de las que guisa” son solo algunas de las frases que nos vienen a la mente al escuchar a Ricardo Monreal, el gran campeón de la lealtad en un país donde cambiar de partido es más común que cambiar de calcetines. “Hay que ser leales al que nos dio cobijo”, dice con la misma convicción que un pez fuera del agua. Este hombre, que ha navegado entre el PRI, el PRD, el PT, Movimiento Ciudadano y ahora Morena como si fuera un turista en un centro comercial, se atreve a dar cátedra sobre lealtad. ¡Vaya ironía!
Recordemos que Monreal, ese mismo que se fue del PRI porque el poder no le llegó en bandeja de plata, ahora se presenta como el guardián de la unidad. Es como si el zorro diera lecciones de cómo cuidar a las gallinas. ¿Lealtad, Monreal? ¡Por favor! La lealtad es tan efímera en tu mundo como un billete de cinco pesos. ¿Acaso no fue él quien, al dejar el PRI, se llevó consigo el manual de la traición? Su historia es un desfile de cambios que harían sonrojar al más astuto de los políticos.
Y no olvidemos que en todos los partidos donde ha estado, Monreal ha tenido puestos relevantes. Sin duda, ha tenido la oportunidad de serle leal a cada uno de ellos, pero parece que esa lealtad se evaporó más rápido que un sorbo de agua en el desierto. ¿Fuerza por México? Ah, sí, ese partido creado y encabezado por un discípulo que Monreal utilizó para medir su fuerza en la Ciudad de México, quitándole a Morena la mitad de sus delegaciones, entre ellas la de Sandra Cuevas. Todo un maestro en la estrategia política, ¿no? Pero ahora, él nos dice que la lealtad es lo que importa. ¡Qué descaro!
Y ahora, con la llegada de nuevos partidos que buscan alejarse de Morena, Monreal se rasga las vestiduras y lanza un llamado a la cohesión. ¡Qué curioso! Su lealtad parece ser selectiva, como un niño eligiendo caramelos en una tienda. “Ojalá reflexionen”, dice, como si no supiera que muchos de esos que buscan un nuevo camino han sido sus compañeros de baile en este juego político. Pero, claro, ahora que se están moviendo, la lealtad es un tema candente, como si le estuviera hablando a la misma liebre que ha estado en su lomo todo este tiempo.
¿Y qué decir de aquellos que buscan crear un nuevo partido? Monreal los mira con tristeza, como si estuviera despidiendo a un hijo que se va a vivir solo. Pero seamos honestos, ese nuevo partido también sería un satélite de Morena, una especie de “Morena Lite”, porque, en el fondo, todos sabemos que la lealtad a la bandera del movimiento es lo único que importa. ¡Ah, la hipocresía!
Por si fuera poco, su llamado a la unidad suena más a un canto de sirena que a un genuino deseo de mantener la cohesión. Es como si un ladrón le pidiera al resto que se quedara en casa, mientras él sale a buscar nuevas oportunidades. Monreal, el príncipe de la ambigüedad, nos recuerda que el país tiene libertad. Claro, pero esa libertad se mide por el tamaño de tus intereses personales.
Y en este teatro político, donde todos juegan a ser leales, Monreal se erige como el maestro de ceremonias. Pero, como bien sabemos, “el que nace para tamal, del cielo le caen las hojas”. La lealtad en el mundo político es tan duradera como el helado en un día caluroso, y Monreal debería saberlo mejor que nadie. Su historia de saltos de partido y promesas incumplidas es un recordatorio de que, en la política, la lealtad es un concepto tan flexible como un chicle.
Así que, Ricardo, sigue hablando de lealtad mientras los demás se preparan para su próximo movimiento. Tal vez algún día te des cuenta de que “quien a hierro mata, a hierro muere”. O tal vez, solo tal vez, encuentres alguien que comparta tu visión. Pero mientras tanto, ¡salud por la lealtad en el lomo de una liebre!