En un contexto de creciente descontento social, el discurso del Diputado Eligio López Portillo resuena de manera contradictoria y revela una profunda desconexión con la realidad que viven los sinaloenses. En su reciente posicionamiento, el diputado enfatiza la crisis de violencia que azota a Sinaloa, reconociendo el dolor y la indignación de los ciudadanos. Sin embargo, es difícil no notar la hipocresía en sus palabras, sobre todo cuando provienen de un partido que, en su momento como oposición, también alzó la voz y exigió respeto, justicia y atención a la violencia que hoy parece ignorar.
López Portillo menciona que “los sectores sociales que han resultado fuertemente perjudicados tienen toda la razón en inconformarse, protestar y movilizarse”. Pero, llama a una contra marcha ¿acaso no recuerda que esos mismos argumentos fueron utilizados por su partido cuando estaban en el lado opuesto del poder? En lugar de ofrecer soluciones concretas y escuchar a la ciudadanía que clama por justicia, el diputado parece más interesado en defender el mandato de su gobernador, Rubén Rocha, a quien, por cierto, la situación actual ha puesto en la cuerda floja.
Es irónico y preocupante que, tras haber disfrutado de la ventaja de ser oposición, ahora se busque deslegitimar las marchas y protestas de los ciudadanos como “movimientos de intereses políticos” o “oportunistas”. ¿Acaso no es este un claro intento de restar validez a la voz del pueblo? Las marchas que exigen la renuncia del gobernador no son solo manifestaciones de descontento; son el grito de una sociedad hastiada de la violencia y la inseguridad que han permeado todos los aspectos de la vida en Sinaloa.
Además, la supuesta contramarcha convocada por Morena para el próximo domingo, en respaldo al gobernador, no es más que un grito al confrontamiento. Sin duda, tienen el derecho de manifestarse, pero actualmente no son los tiempos para exacerbar las tensiones. La ciudadanía está pidiendo diálogo y soluciones, no más división. En un momento tan crítico, la última cosa que necesitamos es una confrontación innecesaria entre quienes buscan justicia y aquellos que pretenden defender lo indefendible.
López Portillo se apoya en el argumento de que Rubén Rocha Moya fue elegido por un amplio margen, como si eso fuera suficiente para silenciar las demandas de quienes ya no pueden soportar más la crisis de seguridad. Además, su afirmación de que la revocación de mandato es el camino a seguir es un intento burdo de desviar la atención de la incapacidad de su gobierno para enfrentar la violencia. No se le puede olvidar al diputado que, como legislador, deja de ser el compadre que solo da la cara cuando le conviene. Su obligación es estudiar y entender la legislación que pretende defender. La revocación de mandato no procede en este caso, pues la ley no es retroactiva, y eso esperemos que se lo hayan señalado tanto sus asesores como sus propios compañeros del partido.
Es importante recordar que la diputación de López Portillo no es producto de un arduo trabajo legislativo, sino más bien un regalo político que lo coloca en una posición de privilegio. Esto lo coloca en una situación crítica: no tiene la autoridad moral para criticar o minimizar las preocupaciones de la ciudadanía a la que supuestamente representa. Su retórica se siente vacía y desconectada de la realidad, pues los ciudadanos no solo están inconformes, están desesperados.
En conclusión, el Diputado Eligio López Portillo debería reflexionar sobre su posición y el impacto de sus palabras. Las marchas y protestas no son meras manifestaciones de descontento político; son una súplica de un pueblo que ha perdido la confianza en sus representantes. Si realmente desea ser un legislador efectivo y digno de su cargo, debe dejar de lado la defensa ciega de su partido y comenzar a escuchar y responder a las necesidades de los sinaloenses. La paz y la seguridad que todos merecemos no se lograrán con discursos vacíos, sino con acciones concretas y un verdadero compromiso hacia quienes los eligieron.