A 100 días del gobierno de Claudia Sheinbaum, sus informes destacan una serie de logros que, aunque significativos, parecen estar dirigidos a otros estados, dejando a Sinaloa atrapado en una espiral de violencia, pobreza y desesperanza. Mientras la presidenta presenta estadísticas que reflejan una disminución en los índices delictivos y el éxito de programas sociales, en nuestra entidad la realidad es evidente. La desconexión entre el relato oficial y la experiencia cotidiana de los sinaloenses es alarmante.
Desde el inicio de su administración, Sheinbaum ha enfatizado la reducción del 16.3% en los homicidios dolosos a nivel nacional, así como disminuciones en otros delitos como feminicidios y extorsiones. Sin embargo, aquí en Sinaloa, estas afirmaciones suenan a un cruel eco. La violencia sigue siendo una constante en nuestras vidas, con familias enteras afectadas por el dolor de perder a seres queridos. La guerra entre grupos criminales ha dejado huellas profundas en nuestras comunidades, y mientras la presidenta habla de avances, nosotros seguimos lidiando con el miedo de salir a la calle.
En la esfera económica, la presidenta ha mencionado la implementación de programas sociales que prometen mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, como la Beca Rita Cetina y otros apoyos destinados a los más vulnerables. Sin embargo, en Sinaloa, muchos de estos programas se utilizan simplemente para subsistir. La cruda realidad es que muchos sinaloenses dependen de estos recursos para llevar comida a la mesa o para afrontar gastos funerarios. Lo que debería ser un impulso hacia el desarrollo se ha convertido en un mero paliativo para enfrentar la pobreza extrema. La falta de empleo y las oportunidades escasas son temas que se ignoran en los discursos, mientras la población se ahoga en la desesperación.
Es particularmente desalentador observar cómo la figura del exgobernador Quirino Ordaz Coppel, ahora embajador de la 4T en España, simboliza una desconexión aún más profunda. Mientras él disfruta de su nueva vida en Europa, los sinaloenses continúan luchando por encontrar empleo y mejorar sus condiciones de vida. Su legado en Sinaloa no es uno de progreso, sino de incertidumbre y desilusión. La sensación de abandono es palpable, y la falta de respuesta a nuestras demandas se traduce en un creciente descontento social, pues a los sinaloenses nos tocará pagar una deuda millonaria que dejó el señor Ordaz.
Es vital que en el próximo informe de Claudia Sheinbaum se reconozcan también los desafíos que enfrenta Sinaloa. Anhelamos escuchar sobre políticas concretas que aborden nuestra realidad, que vayan más allá de las estadísticas y que se traduzcan en mejoras tangibles para la población. Los sinaloenses necesitamos ver un compromiso real y efectivo para combatir la violencia, generar empleo y garantizar una vida digna para todos.
La desconexión entre los logros que se celebran en el Zócalo y la vida cotidiana en Sinaloa es abismal. Mientras el gobierno federal se enfoca en presentar un panorama optimista, la población local enfrenta un futuro incierto. Las promesas de cambio y mejora no deben ser solo palabras vacías en un discurso. Necesitamos acciones concretas que traigan alivio a quienes vivimos en esta tierra.
Los primeros 100 días de Claudia Sheinbaum no han traído la paz ni la prosperidad que se prometieron. En lugar de celebrar logros que parecen ajenos, los sinaloenses seguimos esperando que nuestras voces sean escuchadas y que nuestras luchas sean visibilizadas. La violencia, la pobreza y la falta de oportunidades no pueden ser ignoradas; son realidades que nos afectan a todos. Esperamos que en el futuro próximo se tomen decisiones que realmente beneficien a la gente de Sinaloa y que se trabaje para transformar nuestras vidas, porque el cambio verdadero debe empezar por reconocer y atender nuestras necesidades.