La reciente declaración del alcalde de Culiacán sobre el envío de policías a la Ciudad de México para realizar el examen de Control y Confianza ha desatado una ola de indignación entre los mismos efectivos. Según el presidente municipal, se había gestionado viáticos y hospedaje para los oficiales, prometiendo que estarían cómodamente alojados en instalaciones de la Defensa Nacional y la Guardia Nacional. Sin embargo, la realidad parece ser bastante diferente.
Los relatos de los primeros compañeros que partieron hacia la capital revelan un panorama sombrío: en lugar de la atención y el respeto que merecen, fueron dejados a su suerte, durmiendo en los camiones estacionados en la calle. La llegada a la Ciudad de México a la 1:00 a.m. fue solo el inicio de una jornada que no contemplaba el descanso suficiente, ni siquiera las ocho horas mínimas recomendadas antes de un examen tan crucial.
La frustración es palpable. Los policías no solo se sintieron abandonados, sino que también expresaron que ni un solo centavo les fue entregado. Más aún, se les exigió llevar consigo materiales como carpetas, plumas y borradores, como si debieran asumir la responsabilidad de estar completamente preparados sin el respaldo adecuado de sus superiores.
Este contraste entre la retórica oficial y la dura realidad que enfrentan los policías pone de manifiesto una falta de compromiso con el bienestar de quienes son encargados de salvaguardar la seguridad de la ciudadanía. La confianza no se gana solo con palabras; se construye con acciones concretas que demuestren un verdadero interés por el bienestar de los servidores públicos.
La situación es inaceptable. Los policías merecen ser tratados con dignidad y respeto, y es fundamental que las autoridades revisen sus protocolos y se aseguren de que sus promesas se cumplan. En lugar de ser una nota de orgullo para la administración local, esta situación se convierte en un recordatorio de las brechas que aún existen en el sistema, donde el compromiso con la seguridad y el bienestar de los agentes se ve empañado por la falta de atención a sus necesidades básicas.
Es momento de que las autoridades escuchen y actúen en consecuencia, porque la confianza en la institución no solo depende de la preparación de sus miembros, sino también del apoyo que reciben para llevar a cabo su labor.