En un contexto donde la inseguridad se ha vuelto la norma y el miedo se cierne sobre las calles de Culiacán, la desconfianza hacia las instituciones que deberían velar por nuestra seguridad crece a pasos agigantados. La Guardia Nacional, una de las pocas entidades que aún manteníamos en estima, se ha convertido en el centro de una polémica que, lejos de ofrecer alivio, ha profundizado la herida en el corazón de los sinaloenses. Con un toque de queda voluntario que transforma la ciudad en un pueblo fantasma, la reciente temporada de béisbol no solo trajo consigo el bullicio de la inauguración, sino también la inquietante sensación de que la protección que buscamos se ha desvanecido en un espectáculo vacío.

De una manera increíble, hemos comenzado a perder la fe en una de las pocas instituciones que aún manteníamos en alto estima: los militares y la Guardia Nacional. Con más de un mes de toque de queda voluntario, Culiacán se ha convertido en un pueblo fantasma. Asaltos, levantones y balazos han pasado a un segundo plano, mientras la sensación de inseguridad se apodera de la ciudad. Sin embargo, lo que más inquieta es la inacción de aquellos que se suponía debían protegernos.

El día del inicio de la temporada de béisbol llegó con una mezcla de emoción y temor. La inauguración prometía ser un evento festivo, pero la incertidumbre sobre la seguridad de los asistentes colmaba el ambiente. Un día antes, la noticia de un helicóptero sobrevolando la ciudad con una bandera blanca nos convirtió en la comidilla a nivel nacional. Muchos pensamos que se trataba de un acto de rendición. Sin embargo, la respuesta fue aún más alarmante: se trataba de una preparación para cubrir un evento privado, dejando a la ciudadanía en un estado de pánico.

La imagen de la Guardia Nacional blindando el estadio, mientras la inseguridad acechaba en las calles, se convirtió en una representación lamentable de la situación. Aquellos que deberían ser nuestros guardianes terminaron convirtiéndose en meras botargas para un espectáculo deportivo. Esta situación no solo ha afectado la percepción de seguridad, sino que también ha herido profundamente el orgullo sinaloense.

Los culichis, conocidos por su solidaridad, expresaron su descontento en redes sociales. Los mensajes resonaron con fuerza: “Si vas al estadio de los Tomateros y publicas sobre algún desaparecido, no te atrevas”. Esta frase encapsula la frustración de un pueblo que ha sido golpeado no solo por la crisis de la pandemia, sino también por la falta de protección y atención de quienes tienen la responsabilidad de cuidarlo.

Es lamentable que, en lugar de fortalecer la confianza en nuestras instituciones, la Guardia Nacional se haya convertido en un símbolo de desilusión. La seguridad debe ser una prioridad, no un espectáculo. La comunidad sinaloense merece más que esto; merece protección, respeto y, sobre todo, la garantía de que su voz será escuchada. La esperanza de un cambio debe renacer, pero solo si quienes nos protegen deciden actuar en beneficio del pueblo y no de eventos efímeros.