En el convulso escenario político de Navolato, se está gestando un fenómeno preocupante que pone en entredicho la verdadera democracia interna del Partido Revolucionario Institucional (PRI). A pesar de los reclamos cada vez más enérgicos de la militancia, parece que los intereses de unos pocos continúan primando sobre los principios de lealtad y trabajo partidista.
El caso de Lizbeth Cruz, una figura desconocida para la mayoría de los habitantes de Navolato, pero que ha sido impuesta como candidata en el distrito 16 de Culiacán, es un claro ejemplo de cómo se siguen privilegiando a los amigos y compadres en el PRI, por encima de la verdadera militancia y el trabajo de años.
Resulta alarmante que en un distrito tan emblemático, donde el PRI ha tenido una fuerte presencia y movilización de estructuras en el pasado, se haya optado por una candidata sin arraigo ni reconocimiento en la comunidad. Esto no solo demuestra una falta de sensibilidad hacia las bases del partido, sino también una clara muestra de nepotismo y favoritismo hacia ciertos círculos cercanos.
Es evidente que la designación de Lizbeth Cruz como candidata ha generado malestar y descontento entre los verdaderos priistas, aquellos que han trabajado arduamente por el partido y que ven cómo se les desplaza en favor de figuras ajenas y sin experiencia política. La falta de consulta y transparencia en este tipo de decisiones solo contribuye a socavar la credibilidad y la legitimidad del PRI como opción política en la región.
Es imperativo que el PRI reflexione y rectifique este tipo de prácticas, si realmente desea recuperar la confianza de sus bases y demostrar que sigue siendo un partido comprometido con los valores democráticos y la participación ciudadana. De lo contrario, corre el riesgo de perder aún más terreno en un escenario político cada vez más competitivo y exigente.