La muy sui géneris cultura popular mexicana es rica en dichos y chistoretes y uno de los que más populares es aquel que dice: “Cada quien puede hacer de su vida un papalote y echarlo a volar cuando quiera” lo cual, es legítimamente cierto, ¿por qué lo digo?, me explico:
Habemos generaciones de mexicanos que nos honra decir que nuestra mejor herencia es la educación que en casa nos dieron nuestros padres.
Aquella forma de vida austera, ausente de lujos y superfluidades, crianza del día a día matizada con deberes y obligaciones que se atendían invariablemente antes que nuestras tareas escolares. Respeto a los mayores por el solo hecho de serlo, cariño y admiración por nuestros maestros, aunque les hayamos sido entregados con “todo y nalgas” y de manera muy especial el orgullo de ser honestos, que en ello parecían competir todas nuestras familias, dueños de nuestra palabra que no fácilmente se empeñaba en vano y a la cual teníamos enorme respeto.
Sin embargo, los caminos de la vida no están exentos de tropiezos y por alguna razón o algún interés personal vamos perdiendo algunos valores que antaño nos honraban y honraban a la familia entera. “Soy árbol que se quiebra, pero no se dobla”, decía mi abuelo y la verdad cuan hermoso es portar el estoicismo necesario para que nunca la ambición, la envidia, la maledicencia o simplemente el ser mal agradecido nos hagan faltar a nuestra palabra.
A cuantos personajes de la política conocemos que en diversos momentos de su vida, especialmente cuando les estaba yendo muy bien, juraban amor eterno a la “camiseta” refiriéndose a su partido, la cual portaban “con mucho orgullo” porque “en este partido nací y aquí me voy a morir”.
Pero los tiempos cambian y las conveniencias con él, y así como enjugaron su labia en aquella retórica falsa o al menos hipócrita prometiéndole lealtad eterna a su partido, hoy, sin el menor rubor prometen lo que saben sólo podrán cumplir mientras la nueva ubre los sacie y no doy nombres porque todos conocen y saben a quienes me refiero.
Me pregunto: ¿así construiremos Patria, o sólo se trata de que a los advenedizos les vaya bien, porque como los roedores supieron abandonar el barco a tiempo?
Sea como sea y respetándoles su derecho de hacer de su vida un papalote, cabe una pregunta, que incluso abonaría a sus ya demeritados nombres: ¿Sería mucho pedirles un poco de decoro y otro tantito de vergüenza?