Hace 20 años, Jacobo Sevilla tuvo una idea que parecía demente (por intrépida) y, en lugar de soltar una carcajada y desecharla, la guardó y la promueve ahora con más ganas.
Jacobo pretende vender ahora sueños sobre rieles en un momento único e irrepetible para Mazatlán y Sinaloa, convertidos en anfitriones de miles de agentes llegados de todo el mundo, ávidos de hacer nuevos negocios turísticos.
Terco como una mula (como dicen que es), Jacobo toca y toca puertas en espera de que su idea/sueño sea escuchada, se entienda y se realice.
Ya conocen su propuesta el gobernador Quirino Ordaz Coppel (quien quedó “maravillado” al escucharla, nos cuenta) y el mismo Enrique de la Madrid Cordero, secretario de Turismo, a quien Sevilla entregó en sus manos un boceto del proyecto –en 2017- que gustó de inmediato al secretario de Turismo.
¿Pero qué quiere ahora Jacobo?
Ni más, ni menos, hacer realidad dos proyectos que -idealmente- deben nacer como uno solo y al mismo tiempo: uno es la denominación (o reconocimiento) del circuito turístico Riviera Mar de Cortés (que convertiría a Sinaloa en la tercera riviera del país, junto a las rivieras Maya y Nayarita), y otra es la implantación del Tren Turístico, que uniría (mediante cinco vagones modernos y espectaculares con paradas de ascenso y descenso en cinco estaciones ad hoc) a Mazatlán con Elota, Culiacán y Altata, la zona del Évora y Mocorito y El Fuerte y todos los pueblos mágicos y los valles cubiertos de casi un millón de hectáreas en producción plena y las presas y sus lobinas y estas costas de más de 600 kilómetros y los pueblos y las ciudades sinaloenses abiertas al mundo con una gastronomía riquísima y su gente amable y presta para recibir y agasajar a cualquier visitante.
Pero esto parece un tema extraño en una región atada principalmente a su vocación por sembrar tomate, el maíz, el frijol y otras hierbas, y por criar, engordar, sacrificar y vender ganado, aunque no debiera ser sólo así.
Para fortuna nuestra, Sinaloa fue dotada de una naturaleza envidiable entre la Sierra Madre Occidental, el Océano Pacífico y el Mar de Cortés (o Mar Bermejo), una situación geográfica que, por fuerza de su diversidad vasta y su belleza, hace que esta región/estado sea atractiva para el turismo.
Pero no todo aquí es ostiones en la concha, sol, playas, bellos atardeceres, carnavales, ni sones de tambora.
Nos guste o no, Sinaloa soporta un estigma pesado que ahuyenta a muchos potenciales inversionistas temerosos ante reales o supuestas amenazas derivadas del fenómeno de la violencia y el narco.
Frente a estas realidades, quizá el valor mayor –y agregado- de la propuesta de Jacobo Sevilla sea el valor de la oportunidad de presentar una idea y un mensaje diferente a México y al mundo en la hora y el lugar más adecuado.
¿Quién ignora que lo que Sinaloa y los sinaloenses requerimos para levantar la frente es aspirar a construir proyectos diferentes y de gran calado, como estos, u otros?
¿Habrá algún mensaje mejor que podamos lanzar al mundo el gobierno local y los sinaloenses que extender las oportunidades de trabajo y de iversión y de creación de riqueza a través de abrir los brazos a los visitantes del mundo?
¿Habrá una mejor hora para hacerlo? Parece imposible.
El marco fastuoso del Tianguis representa una oportunidad única para vender sueños como estos que no se repetirá en muchos años.
O nunca.
PARA SABER…
¿Cuánto debe invertirse para echar a andar las máquinas y los vagones del Tren Turístico de Sinaloa? Va: 10 millones de dólares.
¿Hay quién invierta en esto? Claro que sí: es plenamente confiable una inversión conjunta de los gobiernos federal y estatal y de los mismos hoteleros y prestadores de los servicios al turismo a través de un fideicomiso.
¿A alguien más le interesa invertir en el tren? Va: en su visita a Sinaloa, algunos empresarios chinos conocieron las ventajas del proyecto y el monto de inversión y ofrecieron a Jacobo Sevilla invertir los recursos para hacer realidad el proyecto.
¿Qué condiciones pusieron los inversionistas chinos? De inicio, solicitaron que les muestren un estudio de factibilidad, cuya elaboración cuesta 150 mil pesos (por increíble que parezca, los promotores del proyecto ¡no disponen aún de esta cantidad!).
¿Es riesgosa una inversión de 10 millones de dólares? Vaya como referencia: en los trenes turísticos Puebla-Cholula y Tijuana-Tecate, los gobiernos de Puebla y Baja California invirtieron 480 millones de dólares (¡48 veces más que lo que costaría echar a andar las máquinas del Tren Turístico de Sinaloa!).