Hace unos años, policías estatales ‘osaron’ detener a un fascineroso y recluirlo en los separos de su corporación. En un dos por tres, un nutrido grupo de hombres armados irrumpió en las oficinas del jefe policiaco correspondiente.
Con altanería, el líder propinó sonadas cachetadas al funcionario y rescató fácilmente al sujeto detenido. Tras esto, vendría el ‘usted disculpe a mis agentes, señorón…’
Corría el sexenio de Malova, época en la que este tipo de sucesos  daban cuenta de una sumisión total de las corporaciones hacia los delincuentes.
Un vídeo difundido en las redes sociales el pasado 10 de diciembre puso sobre la mesa una vieja discusión relacionada con la descoordinación de las fuerzas armadas, los policías federales, estatales y municipales.
En el video se observa que un grupo de policías supuestamente estatales evade actuar contra un grupo de civiles armados ante los ojos de un (también supuesto) grupo de policías preventivos que observaba tal situación pasivamente. De nuevo, el oprobio.
El hecho llevó al secretario estatal de Seguridad Pública a acusar la falta de colaboración de los policías del municipio de Culiacán, y al propio gobernador Rubén Rocha Moya a subrayar la evidente descoordinación entre las policías Estatal y preventiva.
Solo a algunos les parecerá esto un hecho aislado o inédito. Pero la mayoría conoce que estos sucesos se han repetido vergonzosamente a lo largo de décadas, particularmente en la ciudad de Culiacán, donde grupos armados han ridiculizado reiteradamente a los cuerpos de policía de los tres órdenes de gobierno.
Es inevitable ahora cuestionar las capacidades y el honor de las corporaciones policiacas locales, así como la presencia, la utilidad y la eficacia de una policía militar denominada Guardia Nacional (GN) que por decisión del presidente de la república y de los legisladores cumple ahora labores de seguridad pública en cada rincón del país, desplazando de sus funciones a corporaciones locales empequeñecidas y sin recursos suficientes.
La misma GN, cuya norma de conducta es “abrazos, no balazos”, ha sido exhibida y degradada una y otra vez en diferentes entidades por grupos delincuenciales o, incluso, por ciudadanos irritados con tal o cual causa.
Esos hechos no deben causarnos únicamente vergüenza. No basta. Más allá de ello, deben obligarnos a exigir una revisión objetiva -al margen del debate ideológico- de las políticas y los programas de seguridad pública federales y locales.
La misma intervención de la GN en asuntos de migración debe ser sometida a un examen riguroso pues es inadmisible que ésta sea utilizada como aparato para reprimir  migrantes o, de otra forma, ser ofendidos y maltratados por éstos.
De hecho, hemos desaprovechado momentos extraordinarios para hacerlo. El ‘Culiacanazo’, a propósito, fue uno de ellos.
QUIRINO Y MAZATLÁN
Entre muchas interrogantes, de la información brindada por el gobernador Rubén Rocha Moya acerca de las obras inconclusas, pagadas o no, por el gobierno de Quirino Ordaz Coppel, surge un dato conocido de antemano: gran parte de ellas están en el Mazatlán de mis amores.
Es la historia de cada sexenio. Parece imposible para los señores gobernadores (unos en mayor grado) evadir la tentación de privilegiar a su terruño y de beneficiar a sus negocios particulares, a sus compadres y hermanos. Se trata de una vieja historia sin fin y sin consecuencias.
Viva México.