El 14 de marzo del 2020 había 41 casos de Covid en México, pero en el mundo se registraban ya más de 142 mil contagios. Pero la vuelta de un año llegamos a lo inimaginable: 2 millones 167 mil 729 contagios y casi 200 mil muertes.
“Será como una gripe más intensa”, pronóstico Hugo López Gatell al inicio de la pandemia; optimista, lo secundaba el Presidente Antes Manuel López Obrador: “No pasa nada. Sigan sus vidas”.
Los pronósticos fueron errados y el Covid-19 es nuestra peor pesadilla.
La llegada de la pandemia y el desarrollo de ésta en México fue precedida por una auténtica catástrofe en Europa, en donde algunos países ven hoy con asombro una tercera ola de infecciones que los obliga a retomar acciones severas para frenar la movilidad de la población.
Una de ellas es el cierre total de playas y balnearios en Italia y la suspensión de actividades no esenciales en Roma y en casi todo el territorio, además de apresurar las campañas de vacunación en una loca carrera contra el reloj y contra la muerte. Otros países regresaron al establecimiento del toque de queda y de otras acciones duras.
La experiencia europea actual contiene mensajes para México y Latinoamérica que no debemos ignorar.
La vacunación aquí camina a paso lento y es probable -algunos dicen que inminente- la llegada de una tercera ola en nuestro país, igual o más dramática que las anteriores.
El impacto de la pandemia en la economía también es terrible.
Perdimos en el país a lo largo de un año cuando menos 10 millones de empleos, lo cual nos pone frente a una gran disyuntiva: permitir la reapertura, o no, de todo tipo de negocios en Sinaloa y México, en aras de recuperar la economía, la creación de empleos y el consumo, con la consecuente repotenciación de los riesgos.
Mas ahora tenemos enfrente dos momentos clave que podrían determinar lo que ocurrirá en el futuro próximo.
La Semana Santa, durante la cual cientos de miles de sinaloenses hartos del semi-encierro podría abarrotar las playas y balnearios de la entidad y, simultáneamente, entraremos de lleno a un proceso electoral que será motivo de desplazamientos y concentraciones, aderezado además con un alto nivel de encono.
Para amortizar los riesgos, las autoridades ofrecen que garantizarán la aplicación de medidas de contención para prevenir la detonación de una tercera tercera ola de contagios. El INE, aunque no es una autoridad sanitaria, deberá estar presente en la toma de acuerdos.
La Semana Santa y la jornada electoral, no obstante, mueven las emociones de las personas y favorecen el relajamiento social. Será difícil contener la avalancha humana.
La disyuntiva es abrir indiscriminadamente negocios y espacios públicos en busca de salvar la economía o, de otra forma, observar las experiencias de otros países y retomar medidas que permitan, si no controlarla, cuando menos frenar los efectos de la pandemia.
Un tanto confiado, hace un año, el gobierno federal creía que en un plazo de dos meses se aplanaría la curva de la pandemia y que el Covid quedaría en la historia como “una gripa más”.
Hugo López Gatell explicaba también que tomar medidas severas “demasiado pronto” afectaría a la sociedad. Doce meses después, nos preguntamos: ¿Cuándo será oportuno?