Cuando parecía que la autoridad se atrevía, al fin, a transformar el centro de Culiacán, ¡bolas!
¿Qué pasó? El ayuntamiento difundió oficialmente que, ante “un descenso progresivo” de casos de Covid-19 en Culiacán, el IMPLAN formuló modificaciones al esquema de movilidad recién impuesto en el Centro, aunque, ayer martes 14 de julio hubo 79 nuevos casos en el municipio.
¿Qué pasa? En los hechos, ahora, las prioridades en el Centro son: 1. Los intereses del comercio; 2. el libre tránsito de autos; 3. la economía; 4. el paso de los peatones, de los discapacitados y las bicis…
Entonces, ¿de quien es el Centro… sus calles, banquetas, plazas? Nuestro, ¡no!
En la parte baja de esta pirámide ‘bis’ de la movilidad (un traje que parece diseñado a modo de la idiosincrasia culichi), se relega al transporte público.
Lo anterior se contrapone a lo establecido en la Ley de General de Asentamientos Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano, que ordena la observación de una Pirámide de Movilidad Urbana Sustentable en las ciudades mexicanas.
Tal esquema debe garantizar que los peatones, discapacitados, bicis, transporte público de pasajeros y de cargas, y al final los autos (en ese orden), tengan prioridad en el uso del espacio público. Léase: también de la calle.
Tal inconsecuencia evidencia la falta de liderazgos institucionales o ciudadanos sólidos, despojados de conflictos, que sostengan proyectos verdaderamente sustentables; queda patentizado además que la política de comunicación institucional para divulgar estas intervenciones de alto impacto son pobres, pues no nos informan puntualmente cuáles beneficios generarán estas acciones.
El ayuntamiento instaló barreras de concreto en algunas bocacalles para impedir el tráfico e iniciar un proyecto diseñado por el IMPLAN para convertir en peatonales algunas calles.
La intervención género molestia en comerciantes que sufren una severa crisis económica debido a la cuarentena, quienes temen que la peatonización frene sus ventas. Y ardió Troya.
Las redes sociales mostraron el lunes 13 un vídeo en el que se observa por la calle Paliza al alcalde perseguido por decenas de comerciantes enardecidos, exigiendo a gritos la reapertura total del sector. Las imágenes son bochornosas. Y, mientras gritamos, el Centro se hunde.
Ayer mismo, el ayuntamiento hizo circular un boletín de prensa sobre una reunión del alcalde y sus colaboradores con la Unión de Locatarios del Centro de Culiacán, donde acordaron “propiciar un ambiente óptimo para el desarrollo comercial y social en el primer cuadro”.
Convinieron que “se flexibilizaría el acceso al tránsito vehicular”.
El alcalde dijo que las acciones obedecen a protocolos que contiene el “Plan de Movilidad 4S” del Gobierno Federal para ingresar a la “nueva normalidad” de manera segura.
Estrada explicó que,
ante el anuncio de la Secretaría de Salud “sobre el descenso progresivo de la epidemia” en la ciudad (SIC), el IMPLAN “planteó modificaciones a la actual estrategia de movilidad” con el fin “de seguir avanzando en el objetivo de reducir los casos por COVID-19”.
Así, acordaron emprender “una primera etapa de flexibilización para el tránsito vehicular, a excepción de camiones”, en calles del primer cuadro que ya se encuentran “peatonalizadas”. Es decir, despeatonizarán.
Dicho ejercicio “estaría respaldado por una evaluación metodológica”, comprometieron. Y anticiparon: “la flexibilización del resto de las vialidades y el regreso de las rutas del transporte” se llevaría a cabo “atendiendo al Semáforo de Riesgo del Sector Salud”, y, “en caso de existir un repunte de la enfermedad”, se cerrarían de nuevo las vialidades (ayer mismo, la autoridad sanitaria reportó un repunte severo).
EL CENTRO
El Centro representa el origen de la urbe y el epicentro de lo que hemos construido. Cuando menos, deberíamos sentir que el Centro nos pertenece de algún modo a todos.
El Centro contiene la historia de Culiacán y la memoria personal de sus habitantes. Ahí sucedieron nuestras primeras visitas a una librería, al cine o a una plaza pública, y nuestras primeras citas.
No es un barrio más, ni un paquete de banquetas secuestradas o autorizadas para ejercer la vendimia fija o ambulante bajo un esquema arbitrario, fincado sobre usos, costumbres o derechos supuestos, y opuestos, incluso, al saneamiento del propio Centro y a los intereses de la ciudad.
El Centro, como las plazas y los mercados municipales, habla y dice al visitante cómo somos y qué hacemos. ¿Quiere usted conocer la personalidad de una ciudad? Visite el Centro.
¿Que expresa el Centro de Culiacán? Es indescifrable. Quizá emite un S.O.S. que no queremos escuchar. Algo grave pasa ahí. No sabemos qué. Es un lugar estridente, una arena de discusiones y desavenencias, en la que concurrimos todos -cada vez menos- por diferentes motivos, quizá en busca de lo que fuimos.
La población de este sitio es dramáticamente escasa, de alrededor de 1,500 habitantes, lo que para algunas mentes cerradas es “normal” o “irremediable”, pese a ser aún la zona urbana de mayor valor y vitalidad. No es “normal” para el experto, el urbanista, el ciudadano que ama su ciudad o para los afectados, quienes contemplan cómo su entorno se viene abajo.
Ahora que todos hablamos del Centro, convendría estudiar y definir qué hacer ahí, además de asumir un propósito de recuperación de un sitio en decadencia.
Quizá la transformación del Centro deba adoptar un mensaje que corrija la peor versión de la ciudad de Culiacán, estigmatizada por la violencia, el caos, la anarquía y ahora el desencuentro.
En justicia, dígase que el Centro hereda omisiones y errores de las admistraciones anteriores, por lo que no es justo culpar al ayuntamiento que preside Estrada de esta situación, aunque le corresponde al cabildo actual la corrección de este desorden. Visto bien, es una oportunidad para el alcalde.