En la columna anterior comenté que la disputa electoral en Sinaloa, se centraría entre el poder del Presidente Andrés Manuel López Obrador y el Gobernador Quirino Ordaz Coppel. El Presidente porque encarna a MORENA y el gobernador porque durante su gobierno trató a su manera de construir un “nuevo” PRI y sustituir a los denominado cuadros“tradicionales”. En esta entrega terminaré por centrarme en el PRI y lo que en este momento representa en términos electorales.También ofreceré una perspectiva general de lo que representa electoralmente AMLO y las figuras que en Sinaloa tienen, más menos, la posibilidad de ser candidatos o candidata a la gubernatura. Empezamos.
Una pregunta:¿Qué nivel de cuadros municipales, territoriales y distritales tiene el PRI? ¿Está preparado hoy para enfrentar una competencia electoral luego de la demoledora derrota del 2018 aun cuando tiene la ventaja de ejercer la gubernatura? ¿Tienen sus cuadros dirigentes en los municipios, mujeres y hombres, credibilidad e influencia social? Claro, es mucho exigir, pero la fortaleza fundamental de un partido es que al frente de ellos estén personas con capacidad y solvencia social. Lo que a un servidor le han informado no pocos militantes, es que en algunos comités municipales hay gente sin experiencia. Los pusieron, dicen, a hacer nada. Si acaso a deambular entre las ruinas de sus edificios para no entumirse. Nada de recursos, nada de nada. ¿Así cómo? Se preguntan.
Pero para no pocos priístas, lo que ocurrió en el 2018 con el triunfo arrasador de López Obrador, es una evaluación pendiente porque, al final de cuentas, independientemente del fenómeno, hubo condiciones específicas que determinaron la pérdida de las principales presidencias municipales y el Congreso. Esta vez avizoran lo mismo, sobre todo si no se juega con inteligencia y tolerancia. Es decir, que en vez de cerrar e imponer candidaturas, se abran las puertas a la competencia interna para que no solo la militancia participe, sino también la ciudadanía. La experiencia de rechazo electoral al PRI lo exige, pero más aún la incredulidad social lo obliga.
Para priistas de cepa que han conversado con este columnista, la única posibilidad de remontar los errores y contracciones y, sobre todo, de despejar la idea de que su partido no sería objeto de negociaciones cerradas, es estableciendo al interior reglas democráticas para que sean las bases realmente las que decidan.
Comentan que hay una experiencia que el PRI debe retomar. En los tiempos en que el tricolor en Sinaloa se miraba seriamente amenazado por la oposición panista y por la propia sociedad sinaloense, el entonces Senador Juan Millán la exigió al PRI nacional abrir a las bases y a la sociedad el proceso interno de elección de candidatos a gobernador. Así se hizo. Lauro Díaz Castro fue su contrincante. Millán ganó, pero al término de la contienda el ahora ex Gobernador le pidió a Lauro que nombrara a los candidatos en los municipios donde había ganado. Fue una operación cicatriz muy sencilla pero civilizada, tolerante, pero también fue un mensaje a los ciudadanos de la capacidad que puede mostrar un partido cuando sus métodos se rigen por la transparencia y la democracia. Hoy la condición del PRI es peor que en los tiempos de la candidatura de Juan Millán y, lo menos que deberían hacer los que deciden es liberarlo para que sus militantes y líderes históricos elijan democráticamente a sus candidatos. Esta sola condición operada por lo que sería un dirigente moderno, despejaría la duda de que el partido se encuentra en manos de alguien que quiere priorizar la negociación de su futuro inmediato a espaldas de la militancia.
Incluso, ante un dilema de esta naturaleza, un gobernante inteligente y justo, negociaría con decencia la transición, su propio relevo ante la historia y ante los ojos de quienes lo ayudaron a llegar al poder. Su condición sería jugar libre y limpio abriendo el proceso interno en su partido y, al mismo tiempo, respetando la elección constitucional al no meter las manos. Por supuesto, vivimos hoy tiempos difíciles en materia de salud pública que obligará a tomar medidas menos riesgosas, pero eso sería lo más equilibrado y sensato en un gobernante. Hablaría bien de un hombre agradecido con su militancia y seguidores, sobre todo ante los excluidos y marginados. Eso, finalmente, lo convertiría en un líder realmente transformador e inauguraría una era en donde por primera vez no solo se impulsó procesos democráticos en su partido, sino que, como autoridad, respetó la legalidad electoral. Claro, no hay que ser ingenuos ni chuparse el dedo, pero llegó la hora del comportamiento digno con la sociedad, esa que decidirá el próximo triunfo electoral por sobre el voto militante o duro de los partidos, cuyo porcentaje se redujo drásticamente.
Por supuesto, esto es solo un planteamiento. En palacio hay asesores muy serios, que merecen el respeto de muchos. Lo peor sería seguir ponderando el mitote y la intriga sobre los asuntos serios y guiándose bajo prejuicios y descalificaciones contra aquellos que piensan diferente.
Pero vamos por parte porque después del tsunami del 2018 y de la pandemia que nos cambió la vida nada será igual, ni la elección en sí misma ni el modo de hacer campaña. De eso comentaré más adelante.
AMLO Y MORENA EN SINALOA
Mientras el PAN y el PRI, con excepción del PAS, a estas alturas, aún no muestran el perfil de algún aspirante a la gubernatura con reconocimiento social y político, MORENA, a pesar de su aparente falta de estructura, desde hace rato se mueve al menos con tres personajes que se observan en el escenario de la candidatura a gobernador. Uno, el Senador Rubén Rocha Moya, con encargos directos de López Obrador en Sinaloa, la Senadora Imelda Castro, que en su condición de fémina y mujer respetable es bien vista en Sinaloa y Luis Guillermo Benítez, quien le apuesta a su gestión como alcalde de Mazatlán y a su relación con AMLO.
Es cierto que el gobernador Quirino Ordaz mantiene una muy buena relación con el Presidente López Obrador, y que sus dotes de buen gestor han dado frutos en el avance de las grandes obras para el desarrollo de Sinaloa, pero no lo es menos que el propio AMLO le ha pedido directamente al Senador Rubén Rocha que les dé seguimiento ante las instancias diversas del gobierno federal para, de ese modo, coadyuvar también con el esfuerzo del mandatario estatal. Hay un encargo muy especial que esta semana le endilgó directamente el Presidente a Rocha: Todo lo relativo a los apoyos a productores maiceros, una encomienda, sin duda, que le abre mucha cancha al Senador con los hombres del campo.
Si alguien preguntara cómo es hoy la relación del Gobernador con su ex jefe de asesores, ahora Senador de la República, la respuesta sería que muy buena dentro del trato formal, pero accidentada en el ámbito de la política porque un día sí y otro también, con razón o sin razón, funcionarios estatales y legisladores del PRI le atizan duro a las políticas del Ejecutivo Federal. Digamos que cada quien intercambia ganchos al hígado porque los de la Cuarta Transformación en el Congreso Local no hacen malos quesos y continuamente le pegan al gobernador. Claro, es parte de los nuevos tiempos y de inéditos escenarios que aún muestran su rostro duro, rudeza innecesaria porque, según los cálculos ortodoxos, es más fácil obtener credibilidad golpeando que poniéndose de acuerdo. Aquí se trata de que ganen sus intereses, no los de la sociedad.
Regresando a MORENA y a López Obrador vale decir, en términos generales, que el partido es el Presidente y el Presidente es el Partido. MORENA es la forma legal y AMLO es el fondo, el contenido del modelo que a través de la Cuarta Transformación pretende instaurar en México.
Pero en Sinaloa gobierna morena en los municipios más importantes y tiene el control del Congreso del Estado. Ganó con el 84 por ciento de la votación, el PRI se quedó solo con el 14 por ciento y el restante 2 por ciento se los repartió el PAN, el PAS y el Partido Verde. Bajo estos ´porcentajes la pregunta es si MORENA seguirá conservando su influencia y si el PRI y los demás partidos habrán de recuperarse notablemente.
La verdad es que todo va a depender como ande en su popularidad López Obrador para el primer tercio del 2021 y como afina su estructura el morenismo. Igualmente como llega Quirino Ordaz a la recta final de las campañas y como el PRI, por su condición de desventaja, elija a sus candidatos. Del resto de los partidos destaca el Partido Sinaloense, cuyo líder Héctor Melesio Cuen no ha dejado de trabajar desde que terminó la elección del 2018 y donde reconoce haber mordido el polvo estrepitosamente. Con Cuen regresaremos en próxima entrega.
En Sinaloa, como en el resto de los estados del país, el Presidente ha conformado su propia estructura a través de los llamados programas de Bienestar. Al menos son 25 millones de beneficiarios directos los que cada mes y bimestre reciben sin intermediarios depósitos en sus cuentas. Para el común de los beneficiarios, el dinero no se los deposita el Gobierno Federal, se los manda López Obrador que es diferente. Incluso hay familias enteras donde los abuelos, los nietos que estudian y los padres que reciben créditos no tienen duda que se benefician gracias a un Presidente que por primera vez en su vida los ha tomado en cuenta. Por eso, cuando aquí se afirma que Morena es la forma legal, es por qué López Obrador es el operador sin barreras de una estructura de apoyos directos y que algunos de ellos, como las pensiones, se elevaron a rango Constitucional. En una palabra, el PRI principalmente, está recibiendo una sopa de su propio chocolate.
En Sinaloa, se calcula que hay más de 600 mil beneficiarios de los programas de Bienestar, una quinta parte de la población, que multiplicada por uno o dos familiares en edad de votar se estaría alcanzando un alto número de simpatizantes.
Es cierto que López Obrador puede tener ahora tendencias a la baja en su popularidad, pero es innegable que tiene una base de beneficiarios que sin duda lo seguirán apoyando. Si como candidato, a base de promesas, logró su objetivo, esta vez desde la presidencia, al igual que en el 2018, se las ingeniará para llamar a la gente que igualmente vote parejo.
López Obrador, en su encarnación del Morena, tendrá una ventaja más sobre sus contrincantes: Que sus candidatos no ocuparán exponerse tanto en la calle, por las condiciones sanitarias que aún prevalecerán, debido a la virtualidad de las tarjetas bancarias de sus beneficiarios.
Arriba señalamos que las campañas ya no serán las mismas, no solo por el antecedente histórico inmediato, sino porque la pandemia nos está marcando otros estilos y procedimientos. Además, tampoco serán los partidos los determinantes, sino las personalidades, es decir, “el mono” que, investido en candidato, deberá tener como mérito central el reconocimiento de la sociedad.
Pero, bajo todo este panorama, regresaremos en la próxima entrega a analizar las perspectivas del Senador Rubén Rocha Moya, Imelda Castro y el Químico Benitez, sus posibilidades de obtener la candidatura, sus contactos en el más alto nivel, sus alianzas con personajes de otros partidos y empresarios locales. Por
lo pronto MORENA, a quien no se le conoce ni dirigentes en Sinaloa, ya tiene nueva Delegada de nacional. Se trata de Carol Berenice Arriaga, identificada con la corriente de Yeidckol Polevnsky. Hasta pronto.