1970. Sinaloa era un territorio rural con 1 millón 324 mil 748 habitantes dispersos en cientos de rancherías y pequeños pueblos y ciudades, donde la esperanza promedio de vida al nacer era de 58.4 años, notablemente menor a la de hoy, cuando el sinaloense tiene la esperanza de vivir 78.18 años, en el caso de las mujeres. A 49 años de distancia, Sinaloa rebasó la frontera de 3 millones de habitantes y la morfología de las comunidades, sus costumbres y condiciones de vida se transformaron radicalmente.
La década de los 70 se significó por el inicio de un fuerte proceso de urbanización. Algunas villas risueñas se convirtieron en centros de población dinámicos, y a las pequeñas ciudades de Sinaloa en centros urbanos complejos, sobre todo Culiacán, Mazatlán y Los Mochis.
Según las proyecciones del Consejo Nacional de Población (CONAPO), para mediados del 2019, no obstante la baja en las tasas de crecimiento demográfico registradas durante los últimos años, Sinaloa rebasará la frontera de los 3 millones de habitantes: y llegará a 3 millones 131 mil 012.
CONAPO basa sus proyecciones en un ejercicio de conciliación demográfica mediante el que armoniza las tendencias de los componentes demográficos (natalidad, mortalidad y migración) con la población por edad y sexo en los censos de población realizados entre 1950 y 2010, en los conteos de población de 1995 y 2005, y en la Encuesta Intercensal de 2015.
Debido a la carencia de un sistema sólido de planificación, en consecuencia, Culiacán y Mazatlán se extendieron de manera anárquica y padecen ya los dolores propios de las grandes concentraciones metropolitanas: segregación e inequidad social, estrangulamiento del espacio público, caos vial, violencia, rezago en servicios, abandono del centro histórico y pobreza, entre otros males.
Tales síntomas se agudizan en Culiacán, urbe en la que en 2017 vivía el 31% de la población total de Sinaloa, aunque los problemas sociales están presentes a lo largo de todo el territorio estatal.
De acuerdo a las estadísticas del Consejo Nacional de Evaluación de Políticas Sociales (CONEVAL), el 36.7% de los sinaloenses (un millón 055 mil 600 personas) se encontraban en situación de pobreza en 2016 (con al menos una carencia social), aunque el porcentaje y el número absoluto de este indicador mostró un descenso al año 2016: el 30.8% (927 mil 700 personas) vivía en esa condición.
Pese a la ubicación de la entidad en la zona rica (el norte) de México, donde los índices de desarrollo económico y social son mayores que en el resto del país, la pobreza extrema (presente cuando las personas tienen tres o más carencias o en el caso de que la población disponga de un ingreso tan bajo que no alcanza para adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana) está presente también en Sinaloa.
En 2010, el 5.5% de los habitantes (156 mil 300) vivían en esta condición, y para el 2016 la cifra disminuyó al 2.9% (87 mil 100 personas).
Así, Sinaloa ocupa el sitio número 18 en la lista nacional y figura entre los estados con grado de marginación MEDIO junto a Nayarit, Tabasco, Durango, Zacatecas, Guanajuato, Tlaxcala y Quintana Roo. Como referencia, nuestro vecino Sonora destaca en el lugar 25 y es parte de las entidades con nivel BAJO de marginación.
Los datos expuestos invitan a leer con atención las políticas, programas y metas de los planes que orientarán los años próximos las políticas de atención a los rezagos de los estados y los municipios, concretamente el Programa Nacional de Desarrollo presentado por el presidente Andrés Manuel López Obrador y los programas municipales de desarrollo que diseñaron y presentaron
-o presentarán- los ayuntamientos.