Las dietas “milagro” no existen, afirmó la nutrióloga universitaria Nancy Guadalupe Valenzuela Rubio al destacar que es mejor apostar por un cambio de hábitos y la introducción paulatina de pautas de alimentación saludable.
La especialista de la Escuela de Ciencias de la Nutrición y Gastronomía de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) señaló que las dietas que hacen adelgazar de 2 a 3 kilogramos los primeros días son muy motivadoras, pero poco sostenibles a la larga, ya que normalmente se consigue esta baja de peso por una supresión casi total de los hidratos de carbono que lo único que provocan es que el cuerpo pierda agua, por eso se baja de peso tan rápidamente.
Manifestó que hablar de “dieta” como un proceso temporal es un error, por lo que, si se quiere perder peso y mejorar la calidad de vida, es mejor enfocar los objetivos en cambiar el estilo de alimentación y hacer actividad física.
Agregó que de nada sirve pasar tres meses comiendo de forma restringida y eliminando grupos alimenticios, para volver a comer en forma no saludable al haber llegado al objetivo de peso deseado, por que se corre el riesgo de sufrir el efecto rebote, ya que nuestro metabolismo con estas dietas de restricción calórica se hace más lento.
La nutrióloga universitaria reiteró que las dietas milagro no solo no existen, sino que son dañinas para nuestro cuerpo, por lo que es necesario contar con planes de alimentación que den salud para toda la vida y no planes que comprometan al organismo, padeciendo entonces mal humor, bajo rendimiento físico y mental, además de tener serias complicaciones a la salud.
Para lograr una alimentación sana, apuntó Valenzuela Rubio primero se debe identificar qué es lo que te hace sentir que no está bien tu cuerpo, es decir, no todo es bajar de peso, puedes ser muy delgado pero puede sentirse mal con una alimentación que lleva, por lo que primero es identificar qué es lo que hago para no llevar una vida saludable, ya que se hizo, es entonces cuando se debe reducir esos alimentos de forma gradual y no drásticamente, en la idea de que el cuerpo no lo recienta y ya después se pueda prescindir de ese alimento que nos hace daño.