Las madres buscadoras que se dieron cita en Teuchitlán para recorrer el rancho Izaguirre vivieron una amarga decepción. Bajo el galerón donde antes se encontraban zapatos, ropa y un altar a la Santa Muerte, ahora solo hay adoquines apilados y rastros de excavaciones. Fue un momento de desesperanza, ya que, a pesar de sus esperanzas, no encontraron nada que indicara el paradero de sus seres queridos.
El personal de la Fiscalía de Justicia de Jalisco registró a los visitantes, pero el recorrido fue casi en solitario, con decenas de agentes de la Policía Investigadora y de la Fiscalía Especializada en Personas Desaparecidas custodiando el lugar sin ofrecer explicaciones. A unos metros de la entrada, las instalaciones que servían como baño estaban rodeadas de banderines que marcaban indicios, pero la falta de información solo aumentó la frustración.
Las expectativas de las buscadoras eran altas, ya que esperaban un recorrido que les permitiera ver cómo se procesaba el área y abordar las omisiones que han marcado la investigación desde el ingreso del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco. Sin embargo, lo que debía ser un paso hacia la verdad se convirtió en una nueva afrenta. “Esto es una burla para nosotras las víctimas; se ha convertido en un teatro, es una simulación”, lamentó Elia Cervantes, del colectivo Familias Unidas por Nayarit.
La invitación a observar los trabajos de investigación llegó tras el anuncio del fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, quien prometió abrir el rancho a la prensa. Sin embargo, ni él ni sus representantes estuvieron presentes para aclarar la situación, dejando a los asistentes frustrados y confundidos.
Más de 300 personas, entre buscadoras de Nayarit, Zacatecas, Guanajuato y otros estados, así como activistas y medios de comunicación, llegaron al punto establecido por la Fiscalía de Jalisco, solo para enfrentarse a una espera interminable y una logística complicada. Impulsadas por su deseo de encontrar respuestas, las buscadoras rompieron el cerco de seguridad que mantenía la fiscalía estatal y recorrieron el último tramo a pie, gritando consignas que resonaban con la esperanza de hallar a sus seres queridos que un día también caminaron por ese camino.
Desde el perímetro de seguridad, policías y militares esperaban instrucciones mientras el grupo avanzaba. Cuando finalmente lograron entrar, la decepción fue palpable. En lugar de los montones de ropa que habían visto en videos, solo encontraron un rancho vacío y desolado.
“Nos trajeron a un rancho vacío y nadie nos da la cara”, insistió Liliana Meza, mientras algunos funcionarios del gobierno de Jalisco susurraban sobre la falta de preparación para enfrentar la situación. “Nos tendieron una emboscada desde la FGR, nos soltaron una bomba con poco tiempo para reaccionar”.
La visita al rancho Izaguirre, que prometía ser un paso hacia la verdad y la justicia, se convirtió en un recordatorio doloroso de la lucha continua de las madres buscadoras, quienes enfrentan no solo la ausencia de sus seres queridos, sino también la falta de respuestas y el desinterés de las autoridades en un proceso que debería ser fundamental para la justicia.
Con información de El Universal.