En el mundo de la política y la seguridad, a veces las apariencias pueden ser engañosas. La frase “gato por liebre” resuena con fuerza en el contexto actual de Sinaloa, donde el secretario de seguridad, Omar García Harfuch, se presenta como el héroe que restaurará la paz, pero que en realidad parece haber asumido el papel del “Guasón”. Este giro inesperado nos lleva a cuestionar la efectividad de sus acciones y, más aún, las declaraciones que hace.
Recientemente, García Harfuch se autoproclamó victorioso, afirmando que Sinaloa estaba regresando a la calma y que sus esfuerzos estaban dando resultados. Sin embargo, estas afirmaciones son difíciles de creer cuando se observa la realidad cotidiana: desmanes, violencia y un ambiente de inseguridad que persiste. En un estado donde la violencia parece ser el pan de cada día, el optimismo del secretario de seguridad suena más como un intento de ocultar la verdad que como un reflejo de la situación. ¿De dónde salió este optimismo desmedido? La narrativa que intenta construir sugiere que, con sus logros, podría ser el sucesor de Claudia Sheinbaum, un pensamiento que resulta tan descabellado como un espectáculo de circo.
La imagen del “Batman” de la seguridad ha presentado un mal espectáculo. Declarar una “incautación histórica” y no ofrecer resultados tangibles para la población es una estrategia que no parece funcionar. La promesa de que “recuperar la seguridad tomará el tiempo que sea necesario” es, en esencia, un mensaje de resignación hacia la ciudadanía. ¿Acaso se trata de un reconocimiento de la incapacidad para enfrentar la problemática de la violencia? Este tipo de declaraciones pueden sonar a promesas vacías que, en lugar de brindar esperanza, refuerzan la sensación de abandono que muchos sinaloenses sienten.
A pesar de sus afirmaciones optimistas, la realidad es que seguimos viendo un registro diario de crímenes y actos de violencia. La preocupación de los ciudadanos crece, mientras que García Harfuch, en lugar de reconocer la gravedad de la situación, continúa insistiendo en que todo está bajo control, como si estuviera en una obra de teatro en la que él mismo es el protagonista, pero que no logra convencer al público. ¿Acaso no es evidente que la seguridad es un tema que requiere atención inmediata y no posturas triunfalistas que ignoran lo que ocurre en las calles?
En este contexto, la figura del “Guasón” adquiere un nuevo significado. El “Guasón” es un personaje que, a menudo, se ríe del caos y la confusión que lo rodean. En la política de Sinaloa, este papel parece encajar perfectamente con la imagen que García Harfuch ha proyectado: un líder que, en lugar de enfrentar la realidad, prefiere ocultarse detrás de una máscara de triunfalismo. La situación de seguridad en el estado exige un enfoque más honesto y efectivo, lejos de las ilusiones y las payasadas que, lamentablemente, se han convertido en una constante en el discurso oficial.
La desconfianza en las autoridades crece a medida que las cifras de violencia se disparan. Los ciudadanos se preguntan si realmente se están tomando las medidas adecuadas para restaurar el orden y la paz. La retórica de García Harfuch, lejos de tranquilizar, provoca escepticismo. Las palabras pueden ser poderosas, pero los resultados son los que realmente importan. Y, en este caso, los resultados dejan mucho que desear.
En conclusión, la transformación del “Batman” en “Guasón” no solo es un juego de palabras, sino una reflexión profunda sobre la falta de seriedad y la desconexión entre quienes están al mando y la realidad que viven los sinaloenses. La seguridad es un tema que no puede ser tratado con ligereza ni con retórica vacía; se necesita un compromiso real y tangible para enfrentar los desafíos que enfrenta Sinaloa. La esperanza de los ciudadanos de que la situación mejore depende de acciones concretas y de un liderazgo que no solo sepa hablar, sino que también sepa actuar.