La reciente visita de Omar García Harfuch a Sinaloa ha dejado más interrogantes que respuestas, y no puedo evitar recordar aquellos días de infancia en los que me imaginaba como Batman, el héroe que traía justicia y seguridad. Sin embargo, la realidad actual parece más cercana a un espectáculo de magia que a una estrategia efectiva de seguridad, donde los actos de ilusionismo se convierten en la norma y la verdadera protección se desvanece en el aire.
En lugar de combatir el crimen con acciones concretas, Harfuch nos presenta una “incautación histórica” de fentanilo, como si eso fuera suficiente para garantizar la tranquilidad que tanto anhelamos. Este tipo de anuncios, que podrían ser dignos de un ilusionista de feria, no hacen más que alimentar la ilusión de que estamos avanzando en la lucha contra el narcotráfico. Pero, ¿realmente se puede confiar en que estas acciones se traduzcan en un entorno seguro para los sinaloenses? La respuesta parece ser un rotundo no.
La inseguridad en Sinaloa no es un fenómeno nuevo; es un problema que ha crecido de manera exponencial en los últimos años. Mientras las cifras de incautaciones se muestran como logros, la realidad en las calles es muy diferente. La gente vive con miedo constante, temerosa de salir a trabajar, de enviar a sus hijos a la escuela, de realizar actividades cotidianas. La afirmación de Harfuch sobre cuándo comenzará a trabajar para brindar seguridad es aún más preocupante: “el tiempo que sea necesario”. Esta frase suena a una justificación para un sexenio más de inacción, dejando a la población en un limbo de incertidumbre.
Es esencial recordar que la seguridad no se construye con discursos grandilocuentes ni con estadísticas que se utilizan como propaganda. Lo que la gente de Sinaloa necesita son soluciones efectivas que impacten en nuestra vida diaria. Las promesas vacías y los anuncios espectaculares no llenan el vacío de confianza que se ha creado entre las autoridades y los ciudadanos. Necesitamos acciones concretas que nos permitan salir a trabajar sin miedo, vivir con tranquilidad y, sobre todo, recuperar la confianza en que nuestras autoridades están haciendo su trabajo.
La sensación de que estamos atrapados en un ciclo de promesas y circo mediático es desalentadora. Mientras Harfuch se presenta como un Batman sin superpoderes, los verdaderos héroes que necesitamos, aquellos que nos protegen y nos devuelven la esperanza, parecen estar ausentes. La seguridad no es solo un tema de llevar a cabo operativos; es un proceso que requiere un enfoque integral que incluya educación, empleo y desarrollo comunitario.
La lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada no se ganará con incautaciones aisladas. Se necesita un plan a largo plazo que involucre a todos los sectores de la sociedad, desde las comunidades hasta el gobierno. La colaboración entre la ciudadanía y las autoridades es fundamental para reconstruir la confianza y establecer un entorno seguro. Sin un enfoque holístico, los esfuerzos de seguridad se reducirán a simples actos de magia que no logran el efecto deseado.
En este contexto, la visita de Harfuch a Sinaloa parece más un intento de calmar las aguas que un verdadero compromiso con la seguridad de los ciudadanos. En lugar de ser un Batman que enfrenta el crimen con valentía, parece actuar como un mago que se limita a mostrar trucos, mientras la inseguridad sigue acechando en las calles. La población merecemos más que espectáculos; merecemos resultados.
La pregunta que queda en el aire es: ¿cuánto tiempo más tendremos que esperar para ver cambios reales en nuestra realidad? La paciencia de los sinaloenses tiene un límite. La seguridad no es solo una cuestión de cifras, es una necesidad básica que debe ser atendida con seriedad y compromiso. Mientras seguimos esperando un Batman que actúe con eficacia, la inseguridad sigue acechando en las calles de Sinaloa. Es hora de que las autoridades se pongan a trabajar de verdad, porque en este circo de promesas, los únicos que sufren son los ciudadanos.