La llegada de Claudia Zulema Sánchez Kondo a la Fiscalía de Sinaloa prometía un cambio de rumbo tras la controvertida gestión de su predecesora, Sara Bruna. Sin embargo, a pesar de su reciente ascenso, la fiscal ha logrado convertirse en una figura ausente en un momento crítico para la seguridad pública. Mientras la ciudadanía enfrenta un clima de creciente inseguridad, la falta de información y visibilidad sobre su trabajo genera una inquietud aún mayor. ¿Cómo es posible que, en medio de un polvorín social, una funcionaria encargada de la justicia permanezca en las sombras?
La incertidumbre que rodea a Claudia Zulema es palpable. Los habitantes de Culiacán se preguntan si realmente está en funciones, qué acciones está emprendiendo y, sobre todo, si su presencia significará un cambio tangible en la lucha contra la delincuencia. La percepción de abandono por parte de la fiscalía se intensifica, ya que los ciudadanos no solo buscan respuestas, sino también un liderazgo que les devuelva la esperanza y la confianza en el sistema judicial.
Mientras los ecos de la inseguridad resuenan en las calles, la fiscal parece haber optado por el silencio. Esta falta de comunicación y visibilidad no solo la aísla de la comunidad que debería servir, sino que también deja en evidencia una preocupante desconexión entre las autoridades y la realidad que enfrentan los sinaloenses. La historia de la gestión de Claudia Zulema aún está por escribirse, pero si no se activa pronto, corre el riesgo de ser recordada como una más en el legado de ineficacia que ha marcado a la fiscalía en los últimos años.
Sinaloa no puede permitirse el lujo de esperar a que la fiscalidad se despierte. La urgencia de un liderazgo efectivo y visible es crítica en estos momentos, y la gente necesita saber que hay alguien al mando, dispuesto a enfrentar los desafíos con valentía y determinación. La responsabilidad recae sobre Claudia Zulema: es hora de que haga su aparición y demuestre que está lista para asumir el reto que su cargo implica.