En un momento donde el regreso a las aulas debería ser un motivo de alegría y reencuentro, la situación en Culiacán presenta un panorama sombrío. A pesar de los esfuerzos y programas anunciados para proteger a los niños de primaria y secundaria, la realidad se complica y oscurece el ambiente educativo.

Hoy, algunas escuelas en nuestra ciudad han reabierto sus puertas, pero no sin sus desafíos. Imágenes inquietantes de Santa Fe muestran un helicóptero sobrevolando a baja altura, generando pánico entre los niños, quienes, instintivamente, buscaron refugio en los salones. Esta situación es un reflejo del clima de violencia que persiste en las calles de Culiacán, un entorno donde la incertidumbre y el miedo se han vuelto compañeros constantes para nuestros jóvenes.

Mientras tanto, la Secretaria de Educación Pública y Cultura (SEPyC) ha adoptado una postura desafiante al difundir un video dirigido a los trabajadores internos. En contraste, el gobernador Rocha ha dejado claro que la decisión de asistir a clases presenciales recae en los padres de familia. Sin embargo, es crucial recordar que la seguridad de los docentes también está en juego. Ellos, al igual que los estudiantes, enfrentan el riesgo de un entorno hostil que podría poner en peligro su integridad.

La educación debería ser un espacio seguro y propicio para el aprendizaje, no un campo de batalla donde la incertidumbre y el miedo prevalezcan. Ante esta realidad, es esencial que tanto las autoridades como la sociedad civil trabajen de la mano para encontrar soluciones que garanticen un ambiente seguro para todos. La educación es un derecho fundamental que no debería verse amenazado por la violencia que lamentablemente está marcando nuestra cotidianidad.

Es momento de replantear estrategias, implementar medidas efectivas de seguridad y, sobre todo, escuchar a quienes realmente importan: los estudiantes y sus familias. El regreso a clases no puede ser una decisión meramente administrativa; debe ser un proceso que priorice la vida y el bienestar de todos los involucrados. La esperanza de un futuro mejor para nuestros niños y niñas de Culiacán depende de las acciones que tomemos hoy.

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