A medida que nos acercamos al 1 de octubre, fecha en que la 64 Legislatura se despide y da paso a la 65, hemos presenciado un fenómeno curioso: más sesiones extraordinarias que ordinarias. Todo parece girar en torno a un capricho disfrazado de necesidad: la reforma a la Ley Orgánica de la UAS. Una estrategia que, lejos de buscar el bienestar de la comunidad, parece enfocarse en asegurar “chamba” para quienes han dejado de lado su compromiso con la dignidad y la transparencia.

Los sinaloenses, por su parte, se ven forzados a observar cómo sus representantes se mueven entre discursos vacíos y promesas incumplidas. Mientras la inseguridad se convierte en un tema candente y urgente, la atención del Congreso parece estar atrapada en la trampa de una reforma que no responde a las necesidades inmediatas de la población. La pregunta es clara: ¿realmente se abordarán temas cruciales como el fortalecimiento de los salarios de los policías, el mejor equipamiento y la mejora en el sistema de cámaras de seguridad? O simplemente, ¿se seguirá arrastrando la problemática de la UAS, dejando de lado lo que realmente importa?

La traición entre algunos diputados es palpable. Aquellos que antes criticaban el sistema, ahora buscan desesperadamente asegurar su futuro laboral, ya sea como regidores, diputados o magistrados. Este tipo de actitudes no solo deslegitiman la labor legislativa, sino que también agravan la percepción de una clase política más interesada en sus beneficios personales que en el bienestar de la sociedad.

En cuanto a la Ley Orgánica de la UAS, es esencial recordar que la decisión no debería recaer ni en los universitarios ni en un Congreso que se ha visto arrinconado por su propia ineficacia. La lucha por el poder se ha convertido en un espectáculo, donde los verdaderos actores –los estudiantes y la comunidad universitaria– son relegados a un segundo plano. Ahora, el destino de esta reforma se encuentra en manos de los tribunales, una realidad que algunos legisladores parecen ignorar mientras intentan demostrar su “poder” en una situación que ya se ha vuelto insostenible.

La confrontación entre el Congreso y la UAS es como jugar con fuego; una falta de respeto hacia las instituciones que, en lugar de construir puentes, se dedican a rascarle los huevos al tigre. Ayer, el clamor de “fuera Rocha” resonaba en los pasillos, recordando tiempos de descontento y frustración. La mención de Don Juan Gabriel nos trae a la mente la pregunta: ¿realmente vale la pena tanto alboroto si el objetivo es tan poco claro?

Mientras la violencia acecha en las calles, los ciudadanos de Sinaloa esperan respuestas, no solo palabras vacías. Es hora de que la 64 Legislatura se ponga a trabajar por el bien de la comunidad, dejando atrás los intereses personales y enfocándose en lo que realmente importa: la seguridad y el bienestar de los sinaloenses. La expectativa es alta, pero la acción es aún más urgente.