Me hicieron una pregunta… Es sin duda la pregunta más recurrente que todos los sinaloenses nos hacemos en estos momentos.
¿Quién crees que va a ganar la guerra que supuestamente se han declarado los dos grupos del poderoso cartel de Sinaloa?.
NADIE, fue mi respuesta inmediata.

En esta guerra, respondí, nunca se podría hablar de ganadores, sino más bien, de perdedores.

En esta trágica “fiesta” del odio, el orgullo, el rencor, la ira, y ambición, a la que sin ser invitados, los sinaloenses estamos presentes, sin duda todos perderemos.

En esta guerra, pierden sus promotores y actores principales, y perdemos gobierno y sociedad por el impacto negativo que ocasiona en los ámbitos político, social y económico del Estado.

Nosotros, la sociedad ajena al conflicto de las armas y las muertes que estas generan, vemos y sentimos ya sus efectos, y por desgracia los tenemos que soportar.

Lo lamentable es, que ellos, los que se han declarado la guerra, no lo ven de esa manera, ya que no parecen entender, y si lo entienden poco les importa la magnitud del daño colateral que ocasionan al grueso de los sinaloenses.

No entienden los protagonistas de la guerra, que con cada bala que sus escuadrones de la muerte disparan, le están pegando no solo a sus enemigos, sino también a sus propios intereses, tanto económicos como afectivos.

Y es que, tengo entendido que los actores intelectuales del conflicto aquí nacieron, crecieron y formaron sus respectivas familias, a las que aman y defienden, como lo hacemos cualquier ciudadano común y corriente.

En Sinaloa, se dice, los líderes de los grupos delictivos no solo formaron sus propias familias, sino también aquí mismo están asentadas y han vivido por décadas sin mayores sobresaltos.

Han fundado diversas empresas legales unas, e ilegales otras, pero el efecto de su propia guerra les pegan a todas por igual.

Los fusiles que portan sus ejércitos de civiles, están rafagueando la tierra que los vio nacer y crecer, sembrando zozobra, terror e incertidumbre entre una población sinaloense que a decir verdad, no merece estar viviendo tan terribles momentos.

Un pueblo sinaloense, que, aunque muchos se molesten, tendremos que decirlo y aceptarlo, ha sido tolerante y hasta cierto punto discretamente amistoso con sus familias, no merece el trato que se le está dando.

Ante esa interpretación personal de las cosas, no me queda más que plantear una pregunta a quienes se señala, -sin más pruebas que la suposición-, como los promotores de los actos criminales que se han estado suscitando en Culiacán.

¿No han pensado que con cada acto vandálico, están golpeando y matando, no solo a sus rivales, sino de la misma manera impactando a sus grandes y diversos intereses fundados en Sinaloa?.

¿Que con cada proyectil que las armas de sus hombres disparan, se está lacerando el prestigio, la moral y el bien vivir de los sinaloenses?.

Pero si, a los protagonistas no les importa el daño que su guerra ocasiona a Sinaloa y concluyen que su camino es continuar con la guerra iniciada, no nos quedaría más que lamentarlo.

De cualquier manera, a los sinaloenses ajenos al mundo del delito nos queda la esperanza de que las cabezas de los grupos antagónicos reflexionen y se decidan a pactar una tregua en la guerra.

Para llegar a esa sabia decisión, tendrían que construir antes, una gran muralla en su mente y corazón, para dejar del otro lado los odios, rencores, rencillas y las venganzas que seguramente alientan su guerra.
Y en la hipótesis del camino de la concordia y la tregua por la paz, tendrían que anteponer el amor a su familia, a sus negocios y su tierra, frente al odio, el rencor, la venganza y su lucha por el efímero poder factico.

La tregua entre los carteles del Narco, es el camino más corto para que los sinaloenses nos reencontremos con la anhelada paz social.

Y es que, más allá de la tregua, nadie, ni la fuerza de nuestros ejércitos podrán terminar a corto plazo con la amenaza que se cierne sobre nuestras ciudades y pueblos sinaloenses.

Triste es reconocerlo, pero si la multicitada tregua no se concreta, la ruta del terrorismo psicológico en que hemos caído, será larga y seguirá generando miedo e incertidumbre en nuestra gente.

No faltará el lector de esta columna que ironice respecto a mi sueño esperanzador de un difícil, pero todavía posible pacto de caballeros para lograr la difícil tregua por la paz.

Y como inicie esta columna con una pregunta, quisiera cerrarla con otra, para mí, no menos interesante.

¿Existe en realidad la posibilidad de una tregua de paz entre los grupos en guerra?. .

¿O acaso el tiempo y los hechos violentos registrados han agotado ya esa posibilidad?…Dos preguntas de difícil respuesta…Nos veremos enseguidita.

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