En una era donde las redes sociales marcan el pulso de la información, el reciente comportamiento de los diputados locales en Sinaloa ha despertado más de una crítica. Sin duda, el hambre de reconocimiento y la necesidad de agradar a sus jefes parecen haber superado la prudencia y el sentido común. El día de ayer se convirtió en otro sombrío capítulo para Culiacán, donde el miedo y la violencia se han convertido en compañeros cotidianos de muchos.

La información oficial, notoriamente lenta, se ha visto eclipsada por el torrente de rumores y especulaciones que circulan en las plataformas digitales. Sin embargo, lo que realmente ha llamado la atención ha sido la postura del Congreso del Estado. Uno esperaría que, en medio de la incertidumbre, los representantes del pueblo hicieran un llamado a la calma, instando a la población a resguardarse y a reflexionar sobre la grave situación que se vive. En cambio, la respuesta fue un despliegue de boletines informativos que más bien parecían un eco de la voz de Feliciano Castro, un intento de demostrar que, a pesar de la tormenta, el barco sigue navegando.

Cerca de diez comunicados, en su mayoría repetitivos y carentes de sustancia, se lanzaron al aire como un intento de mostrar acción. Sin embargo, ninguno de ellos abordó la urgencia de la situación ni ofreció un mensaje claro de apoyo a la población. En lugar de fomentar la tranquilidad, se generó una sensación de desconexión, como si los diputados estuvieran en una burbuja, ajenos a la realidad que viven sus representados.

Lo más preocupante es el irresponsable llamado a la consulta de la Ley Orgánica de la UAS, que parece ignorar el contexto de violencia que se ha intensificado en la región. En un momento donde la seguridad debería ser la prioridad, la atención a cuestiones administrativas se siente inapropiada y desubicada. ¿Acaso no se dan cuenta de que las palabras tienen peso y que sus decisiones pueden influir en la percepción de la ciudadanía?

Sería prudente que los diputados, en lugar de seguir alimentando la narrativa del poder, se retractaran y asumieran la responsabilidad de sus acciones. Una carta pública donde asuman la responsabilidad de lo que pueda suceder en caso de que la violencia continúe sería un primer paso hacia la rendición de cuentas. La ausencia de este tipo de pronunciamientos solo alimenta la desconfianza y el resentimiento de una población que clama por respuestas claras y efectivas.

En tiempos de crisis, las acciones de nuestros representantes deben reflejar un compromiso genuino con la seguridad y el bienestar de la ciudadanía. Es momento de que los diputados de Sinaloa se miren al espejo y comprendan que su papel no es solo legislar, sino también liderar con responsabilidad y empatía. La historia los juzgará no solo por lo que dicen, sino por lo que hacen en los momentos que más se necesitan.

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