¡Bienvenidos nuevamente al teatro de lo absurdo, donde la reforma judicial mexicana se convierte en una tragicomedia protagonizada por personajes que, lejos de construir, se empeñan en destruir! El reciente foro, que debería haber sido una plataforma para el diálogo y la construcción de un sistema judicial más justo, se convirtió en un desastre, y los verdaderos culpables tienen nombres y apellidos: José Antonio Ríos Rojo, Feliciano Castro y el infame “Cuco”.

Empecemos por José Antonio Ríos Rojo, secretario general del Congreso. Este individuo, que en teoría debería ser un facilitador del cambio, ha demostrado con creces que su verdadera vocación es la de silenciar y excluir. En el último foro, su actitud despótica y su desprecio por la participación ciudadana fueron evidentes. Ordenó al personal, que no tiene culpa alguna, que impidiera la entrada a ciudadanos críticos y a la prensa que pudiera cuestionar el proceso. Ríos Rojo, con su soberbia y autoritarismo, no solo saboteó el foro, sino que también dejó claro que para él, la reforma judicial es un juego de poder y control, no una oportunidad para mejorar.

Luego tenemos a Feliciano Castro, presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo). Castro, con su actitud despectiva y su inclinación por rodearse de aplaudidores y lame suelas, ha demostrado ser un enemigo de la transparencia y la rendición de cuentas. Su liderazgo en el foro fue un reflejo de su desprecio por la verdadera democracia. En lugar de abrir espacios para el diálogo y la participación activa, Castro prefirió mantener un ambiente de complacencia y mediocridad, donde solo tenían cabida aquellos dispuestos a seguir el guion sin cuestionar. Su falta de visión y su arrogancia fueron factores clave en el fracaso del foro.

Y no podemos olvidar al infame “Cuco”, director administrativo del Congreso. Este personaje, acusado de desviar fondos y otros actos de corrupción, sigue desempeñando un papel nefasto en el proceso de reforma judicial. Su presencia en el foro fue un recordatorio constante de que la impunidad y la corrupción siguen siendo los grandes males que corroen nuestro sistema político. “Cuco”, con su historial de malversación y su desprecio por la justicia, es un símbolo de todo lo que está mal en el proceso de reforma.

El desastre del último foro no es solo un accidente desafortunado, sino el resultado directo de las acciones y actitudes de estos tres individuos. José Antonio Ríos Rojo, Feliciano Castro y “Cuco” han demostrado ser enemigos del cambio real, saboteando cualquier intento de construir una reforma judicial inclusiva y participativa. La pregunta que resuena es si figuras como el gobernador Rocha Moya y el senador Ricardo Monreal están al tanto de estas acciones y, de ser así, qué piensan hacer al respecto.

La reforma judicial debería ser un proyecto que una a la sociedad, fortalezca nuestras instituciones y garantice una justicia imparcial y accesible para todos. Sin embargo, mientras personajes como Ríos Rojo, Castro y “Cuco” sigan teniendo un papel protagónico, este proyecto seguirá siendo una promesa incumplida, un sueño que se desvanece ante la realidad de una política plagada de soberbia, corrupción y mediocridad.

Es hora de que los verdaderos líderes tomen las riendas y pongan fin a esta tragicomedia. Solo entonces podremos hablar de una reforma judicial que verdaderamente responda a las necesidades y aspiraciones del pueblo mexicano. Hasta entonces, seguiremos siendo espectadores de un espectáculo triste y lamentable, donde el verdadero cambio parece ser solo una ilusión.