Las tres marranas tendrían escasos dos o tres meses de nacidas cuando mi abuelo acepto pagar los 25 pesos que su propietario pidió por cada una de ellas.

Las puerquitas eran transportadas a bordo de una destartalada carreta, jalada por unos burros viejos, cuyas riendas eran controladas por un viejo de manos encalladas y palabra pausada, de nombre Tranquilino Porcel, al que apodaban, “El Frentón”.

Sobra decir, que las cerditas en referencia no pertenecían a raza o clase definida, es decir, eran unos animalitos comunes y corriente.

En pocas palabras, debo referir que mi abuelo, tras cerrar el trato solo se concretó a entregar el dinero acordado, sin exigir documento o registro de origen de los animalitos.

Y es que asi eran las operaciones comerciales en aquellos años; Se compraba solo bajo la palabra y el honor de las personas.

Por esa razón, tras contarle uno por uno los 75 pesos solicitados por el carretonero, las cochinitas fueron llevadas por el nuevo propietario hasta el traspatio de la pequeña casa de adobe y mezquite, donde se podía observar el chiquero, construido bajo la sombra de un verde y frondoso árbol de huizache y la que ofrecía una mata de cacaragua.

Ya instaladas en su nuevo aposento, las marranas fueron sometidas al tradicional protocolo del bautizo por parte de mi Abuela.

Ser van llamar “La Pringa, La Pantufla, y La Perrucha”, fue la decisión de la abuela.

Enseguida la verdadera jefa de la tribu giró la orden de llevarle a las nuevas inquilinas, su dieta del dia.

“A ver tu plebe mitotero, “traite” el balde de machigüi que está ahí en la cocina al lado de los hornillos, y “diuna” vez, le echas unos puños de garbanzo y otros de Milo al aguamanil que esta atrás del apaste, pa’ ponerle sabor al caldo que se van a tragar estas “petochis”.

Y fue con ese combinado alimenticio, como las incipientes marranitas en pocos meses alcanzaron un peso y estatura preponderante.

Fue interesante para mi Tata y los habitantes de la casa, ver como de manera rápida, lo que antes fueran unas débiles criaturas, se convirtieron en una verdadera mole de grasa, carne y hueso.

Sin embargo, un dia cualquiera, pasó lo que tenía que pasar; “La Pringa, La Pantufla, y la Perrucha” empezaron a manifestar signos de inquietud y desesperación.

“Es posible que sea el reclamo de sus hormonas que reclaman su cuota romántica, comentó Liborio Fajardo, vecino y compadre del abuelo, quien durante una breve visita al chiquero llego a esa conclusión.

“Y es que las tres Puercas requieren de la presencia a su lado de otro ente de la misma naturaleza que las haga sentir tranquilas y confiadas en su entorno” remato diciendo el experto en cochis.

Fue así, como la sugerencia del improvisado “celestino” de la marrana, llevó a mi abuelo a buscar al macho que pudiera acarrearles a Pringa, Pantufla, y perrucha, la certidumbre anhelada.

Y fue en el poblado vecino de la Isleta de los Camacho, donde el Abuelo ubico al marrano indicado para otorgar la felicidad total a sus tres cochinas.

El protocolo y negociación con el dueño del otro corral, para el encuentro amoroso entre las, y el animal, corrió sin problema alguno.

“No hay problema, Don Reyes, tráigase mañana por la tarde las cerdas, y aquí que se entiendan con “El PASCUAL”, apodo adjudicado al marrano semental.

Pero, grandes y terribles problemas se suscitaron al momento en que mi Abuelo, pretendio subir a las tres cochinas a su destartalada carretilla para trasladarlas al aposento del posible galán.

Chillidos terribles, tremendos mordiscos y agresiones diversas salían de la garganta, dientes y pezuñas de las tres embravecidas marranas.

“Las llevo con el novio, pendejas” gritaba iracundo mi abuelo, buscando infructuosamente hacerse entender por las encorajinadas cochis.

Se necesitó el esfuerzo y la contribución de otros vecinos del rancho para atar y poder subir a las porcinas a la carreta del amor, y llevarlas al destino trazado, donde finalmente fueron depositadas.

Tres días después de ese evento, mi abuelo recibió el parte de Novedades del dueño de “Pascual”.

“Don Reyes, puede venir por sus marranas, porque ya “EL PASCUAL” ha trabajado muy duro con ellas y tengo miedo que este condenado se me vaya a infartar.

Y fue así como el problema mayor se le presentó al Abuelo.
Y es que, si para llevar a las “cochis” con “PASCUAL” fue una tarea muy difícil, para regresarlas a su chiquero de origen, fue una verdadera locura.

Creo que el demonio se soltó, grito Reyes mi abuelo, cuando apoyado por un grupo de voluntarios, pretendio subir a su carreta a las tres chanchas.

Patadas al estilo de Alfredo Adame, mordidas a la Tyson, y llantos de viuda pobre, fueron nada frente a la rebelión porcina que se estaba viviendo en el Poblado La Isleta de los Camacho.

Se negaban las Cuinas, a subir al carretón que las separaría por siempre del guarro aquel que les había obsequiado días de verdadera gloria, sin embargo, pese a todas las dificultades el traslado se concretó.

 UN DIA DESPUES DE LA AMARGA SEPARACION.

Reinaba ya la oscuridad de la noche, cuando al chiquero de la casa de mi abuelo, finalmente fueron lanzadas de nuevo las tres marranas, cuyos chillidos de protesta se siguieron escuchando por largos minutos.

Pero al siguiente dia, cuando amenazaba apenas el sol con iluminar nuestro mundo, los fuertes gritos de mi hacendosa abuela despertaron a todos los habitantes de la casa.

Reyes…. Reyes…. Reyes, gritaba con singular frenesí la abuela, llamando al viejo de la casa.

¿Qué pasa?… ¿Con un jodido, qué griterío es ese mujer?, preguntaba mi Abuelo mientras se encajaba los huaraches de Tres puntadas.

¡! Mira las Cochis!!… Dijo la abuela al tiempo de señalar con su índice hacia el chiquero.

Y es que, allá, a poco más de los 50 metros de distancia, estaban “La Pringa”, “La Pantufla” y “la Perrucha”, sentadas y bien acomodadas arriba de la carreta.

Volteaban desesperadas hacia la casa, como preguntando a manera de reclamo…. ¿Qué pasa con el Chofer que se tarda tanto?…

     EL OLOR A METAFORA SE HACE PRESENTE.

En realidad, la historia antes narrada es parte del anecdotario de mi lejana infancia vivida en mi pueblo de Capomos Angostura.

Pero aclaro, que mi relato surgió a raíz de la manera en que los amasiatos políticos se están dando de manera entre los diversos entes e ideologías políticas.

Nada importa a los actores, si no son el cultivar sus propios intereses y poder así cosechar los frutos que sus pactos habrán de arrojar en materia política electoral.

Lo que asemeja mucho a los actores políticos y el cuarteto de porcinos, es la manera en que se reniega, se protesta, se critica y agrede al de enfrente, para enseguida olvidar todo y buscar la manera de lanzarse a los brazos del placer y el confort.

Pero aclaro, las ilustraciones de Pringa, Pantufla, Perrona, y Pascual, aunque pudieran arrojar ciertas similitudes en materia de actitud y comportamiento, nada tienen que ver con las y los personajes que dan vida a los partidos políticos PRI, PAN, PRD y PAS… Todo es mera coincidencia…Hecha la aclaración, solo me resta decirles…Nos veremos enseguidita.