Al final, el poder y el dinero parecen tener un efecto igualador en todos nosotros. Y esta frase encaja perfectamente bien cuando se cuestiona el actuar del Alcalde de Culiacán, Juan de Dios Gámez.
Culiacán, una ciudad que parece un campo minado, con semáforos sin funcionar, colonias que pasan días sin agua potable, una congestión vehicular caótica y un caos total afuera de los colegios privados. Sinaloa y Durango hacen lo que quieren, mientras la inseguridad se vive a toda hora, con robos a casas y asaltos a comercios en pleno centro de la ciudad. Calles destrozadas y socavones son el reflejo de una falta de gestión que tiene a comunidades enteras sin energía eléctrica durante semanas. Comerciantes y albañiles viven con miedo a ser inspeccionados y vigilados. La lista de problemas que aquejan a Culiacán es interminable.
Y todo esto ocurre mientras el Alcalde brilla por su ausencia. Muchos han tenido el atrevimiento de buscarlo y hacerle peticiones directas, pero es común que desaparezca por días y, cuando finalmente aparece, las personas salen decepcionadas y frustradas. Es peor que aquellas líneas que daba el señor Darrell Sherman.
Desde la campaña electoral, se hablaba de la manera en que el arquitecto trataba a la gente: arrogante, prepotente y mamon. Personalmente, no tengo esa referencia, ya que cuando he tenido la oportunidad de tratarlo, lo hago con respeto. Y recibo lo
Mismo Sin embargo, aquellos que han tenido la oportunidad de interactuar con él no pueden decir lo mismo.
Es inevitable preguntarse si Juan de Dios Gámez busca la reelección o si tiene la intención de seguir su camino en la política rumbo al Senado. Su estrategia no parece ser la mejor, y aquellos que lo rodean en la campaña de Rocha aseguran que se sentía el rey y que pensaba que era el estratega número uno de esa campaña. Es una puñeta mental pensar que fue una pieza importante para llegar al poder, cuando la clave estaba en AMLO, un presidente muy querido, sumado al hartazgo hacia el PRI y el PAN, y el carisma del hoy gobernador Rubén Rocha Moya. Juan de Dios no tenía nada que ver en eso.
Juan de Dios llegó al poder gracias al cariño y la confianza que le tenía el gobernador, pero para muchos, incluyéndome, el Alcalde está traicionando esa confianza con su actuar.
El Senado se ve difícil para el Alcalde, y en estos tiempos ya se cuestiona si lograría repetir en el puesto de Alcalde en las próximas elecciones. Su gestión en Culiacán ha dejado mucho que desear y la ciudadanía está cansada de su falta de compromiso y de su ausencia en momentos críticos.
Es evidente que Juan de Dios Gámez no está cumpliendo con las expectativas que se tenían de él. Culiacán merece un líder comprometido, dispuesto a trabajar por el bienestar de todos y que esté presente cuando más se le necesita. Es hora de buscar alternativas y exigir un cambio real en la política de Culiacán.