Por este cuerpo de ensueño que tengo, se darán cuenta de que soy un verdadero amante de la buena comida. Soy un auténtico glotón y, por supuesto, tengo mis lugares favoritos a los que acudo con más frecuencia que a mi propia casa. Por ejemplo, los famosos Aragón, esas brochetas de carne asada, tripa y ubre que te hacen salivar solo de pensar en ellas. Algunos están estratégicamente ubicados cerca de la revolución, mientras que otros se encuentran en la Maquío. ¡Qué maravilla tener opciones tan cercanas para satisfacer mi apetito insaciable!

Pero eso no es todo, también tengo una parada obligatoria en el mercadito y sus tacos de grasa, donde los tacos son tan grasosos que podrían competir en un concurso de “bañados en manteca de cerdo”. ¡Un verdadero deleite para los amantes de lo frito y lo sabroso! Y no puedo olvidar mencionar la casa de los Loaiza, donde uno es recibido por los dueños mismísimos, Héctor Loaiza y la señora Lucy. Ahí puedes disfrutar de tortillas con asientos (sí, asientos, no asados), natas, hígado ranchero y gorditas rellenas de chicharrón. ¡Una verdadera fiesta para el paladar!

Pero, sin duda, otro de mis lugares es Casa María, donde puedo deleitarme con el mejor chocolate de Sinaloa, un café que te despierta hasta el último rincón del cuerpo, camarones rancheros que te hacen sentir como un auténtico vaquero y un buen bistec que te hace olvidar todos tus problemas. ¡Es como un paraíso gastronómico en medio del caos!

Y saben por qué siempre vuelvo a estos lugares, aparte de por su deliciosa sazón, ¡por el servicio! Te reciben con una sonrisa tan grande que podrías confundirte y pensar que estás en la casa de tu mamá. Te atienden con tanta amabilidad que te hacen sentir como un rey o una reina. ¡Ah, sí tan solo en nuestra propia casa nos trataran así de bien! Pero bueno, al menos podemos disfrutar de este trato VIP en estos lugares maravillosos.

Pero, ¿saben qué es lo más curioso? Que la comida y la política parecen estar más relacionadas de lo que uno podría imaginar. Resulta que el día de ayer, la COEPRIS decidió suspender las actividades de Casa María por un asunto político. ¡Increíble pero cierto! Parece que prefieren dejar sin empleo a la gente y afectar a varias familias solo por sus juegos políticos. ¡Qué manera tan inteligente de gobernar, señores! Desde hoy, no puedo evitar perder el poquito respeto que tenía por la COEPRIS. ¡Bravo! Y no olviden que ante todo no debemos perder el respeto a los comensales, meseros, cocineras: la confrontación no se debe llevar a la mesa.

En fin, puedo entender que tengan sus problemas políticos y personales, que estén calientes los ánimos y que quieran pelearse entre ustedes. Pero lo que nunca entenderé es cómo pueden enredar el bienestar de familias enteras que dependen de estos lugares para vivir. Así que, señores, sigan con sus pleitos, pero por favor, no metan en esto a los tragones como yo y, sobre todo, no perjudiquen a las familias que se ganan la vida en el sector alimentario. ¡Que la comida y el trabajo estén siempre fuera de sus disputas!