Años muchos, han transcurrido desde el hecho aquel en que la pelea de perros ocurriera en el pueblito, sede de mi nacimiento.
Todavía recuerdo los ladridos, gruñidos y aullidos de dolor que habría generado la cruenta pelea entre los canes.
La pasividad y el silencio rutinario del rancho, fueron ese día hechos trizas por el escándalo ocasionado con la repentina e inolvidable pelea de perros.
Recuerdo bien aquella calurosa mañana del mes de junio del año que usted quiera, en que, “El Capiro” y “El vaquero”, nombres adjudicados a los dos perros de la casa del abuelo “Miguelón”, se estaban aventando el tiro de su vida.
Peleaban, nuestros animales, con los tres perros guardianes de “Chico loco”, un viejo vendedor de pencas de mezcal endulzadas, vasijas de barro, y racimos de ácidas aguamas que recolectaba en el monte de la región.
“Chico loco” compraba también, cualquier artículo o chira que la rancherada le quisiera vender; El hombre era un comerciante nato.
Circulaba el singular personaje a bordo de una rústica carreta de madera de dos ruedas, jalada ésta por un burro ya entrado en años, cuyos ojos llorosos eran motivo de especulación entre la gente que lo veía pasar.
Por cierto, respecto a esa especie de llanto silencioso que parecía manifestarse en el jumento, los campiranos hacían sus propias conjeturas.
Especulaban algunos, que el lagrimeo del asno, podría ser consecuencia de su avanzada edad, pero también podía ser el polvo que sus cascos y la carreta levantaban por los andurriales que a diario transitaba.
Otros decían que el lagrimeo del burro era una expresión de hartazgo, y un preclaro reclamo a la vida, pues nunca le había puesto en su camino una atractiva, enjundiosa, coqueta y rebuznadora femenina de su raza con la cual quisiera darle gusto al gusto.
“Es injusto, -escuché decir en una ocasión a un labriego de aquellos tiempos- , que a tan avanzada edad, el sexómetro del pobre burro siga en ceros.
En efecto, respondió Doña “Chencha”, una anciana del rancho, ese burro va derechito al cielo, porque morirá en el terrible celibato.
Recuerdo igualmente, que por el mismo tema del lagrimeo de “jumentino”, la cosijosa plebada del rancho, no perdía la oportunidad de preguntarle al viejo, a grito abierto.
¿Por qué llora tu burro, Chico loco?.
¡¡Pregúntale al burro, cabrón!!, respondía tajante y con enojo el viejo carretonero.
Pero, dejemos atrás los resquemores, del llanto y el lívido insatisfecho del burro, para retomar el tema de la legendaria pelea de perros, recordada siempre por quien esto relata, como una confrontación épica.
Sucedió entonces, que los dos chuchos de nuestra casa, se habían atrevido a retar a los tres fieros, aguerridos y fieles guardianes de “Chico loco”, cuando éstos, al lado de la carretita cruzaban por el frente de nuestra vieja casa de adobe.
Eran tres furiosos perros que nunca se supo hubieran escondido la cola entre sus patas traseras, cuando eran retados por algún elemento de su especie.
Eran en efecto, bravos y temerarios los perros de “Chico loco”, sin embargo, la alianza de fuerzas ejercida por “El Vaquero y “El Capiro” , y tal vez por su calidad de locales, resultaron letales para los tres invasores de sus dominios territoriales.
Así se entendió, ya que tras la tremenda escaramuza, los tres canes de Chico loco debieron refugiarse entre las ruedas de la carreta, las patas del viejo burro, y el chicote del rudo comerciante, que iracundo los quería castigar por la derrota recibida.
Por su parte, altivos y triunfadores, mostrando la cola enriscada hacia atrás, en claro manifiesto del triunfo alcanzado, nuestros héroes se retiraban airosos, aunque claro, volteando y lanzando esporádicos ladridos hacia los enemigos ya vencidos, mismos que de manera lenta y lastimosa continuaron su camino, siguiendo al rústico vehículo que su amo conducía por aquellos polvorientos poblados de la región, ofreciendo siempre sus pencas de mezcal endulzado.
LA LUCHA PERRUNA NO HABIA TERMINADO
Los perros regresaron enseguida a nuestra casa, lamiendo desde luego, algunas de las heridas que la ruda pelea les dejó como secuela.
Se echaron en la zona más fresca del portal de la casa en busca de un merecido descanso.
Y hasta ese rincón llegó mi abuelo, quien orgulloso de la hazaña lograda por “El Capiro” y “El Vaquero” había pensado ya en entregarles su merecida recompensa.
El zarzo que pendía del techo de vigas de madera del gran portal de la casa, guardaba trozos de carne seca de una res que había sido sacrificada días antes.
De ese dispensario doméstico, mi abuelo bajó un buen pedazo de carne, con la idea de convertirla en el trofeo ganado a pulso por los guardianes del hogar.
“Coman valientes”, les dijo en tono festivo y amoroso nuestro patriarca al par de perros, al tiempo de lanzarles hasta el suelo la rica vianda.
Lo que mi abuelo no pareció comprender, es que para las fieras el compañerismo es letra muerta, cuando de disputarse un pedazo de carne se tratase.
Y es que, evidente es, que para el hambre, el único e insustituible amigo y aliado es el alimento.
Había dispuesto, erróneamente mi abuelo un solo pedazo de carne para dos perros, y esa especie de algoritmo nos conduce a suponer la conclusión de todo signo de hermandad, concordia y o camaradería entre los protagonistas de la narrativa.
La gran alianza y el esfuerzo conjunto que minutos antes se había puesto de manifiesto, quedaron en el olvido, gracias a un pedazo de carne seca.
Y es que, el “trofeo” lanzado a las patas del Vaquero y el Capiro por el dueño del zarzo, sirvió solo para que los gladiadores se trenzaran en una férrea disputa, originando nuevas lesiones en su ya maltrecho cuerpo.
Las mordidas que ambos canes habían recibido de los guardianes de “Chicoloco”, así como las infringidas entre ellos mismos en la nueva contienda, más los azotes que mi abuelo les dio para separarlos, dejaron a los “galardonados” para el arrastre.
Recuerdo las palabras que “mi Tata” les gritaba e sus dos bravas mascotas en su intento por separarlos… “Que no eran amigos cabrones”.
Esa frase con que mi abuelo “Don Miguelón” arengaba al “Capiro y al Vaquero”, hoy, pese a los años transcurridos no la he olvidado, y menos lo haré, cuando de alguna manera la he venido asociando con hechos que la vida política contemporánea nos ofrece.
LA INFALTABLE METAFORA SE HACE PRESENTE.
Disociar, el contenido y consecuencias del relato de la ya lejana, en el tiempo, pelea de perros, con algunos acontecimientos que la modernidad nos está ofreciendo, en los ámbitos de la cultura, la política y en lo social, es difícil de lograr.
1.- POLITICA.- En el escenario nacional, las llamadas “corcholatas” presidenciales, antes grandes aliadas y compañeras de lucha, hoy empiezan a mostrar señales de distanciamiento.
Es innegable, que la lucha por “el filete presidencial” podría ser factor de riesgo para la unidad, y hermandad recomendada por el hombre que conduce “la carreta” entre sus “mascotas”..
Si la discordia se está haciendo presente, antes de que el “Patriarca” lance el pedazo de carne al piso en que los cuatro se mueven, no quisiera pensar respecto a sus reacciones al momento en que “el bocado” sea colocado en las manos elegidas.
2.- EN SINALOA, dos grupos antes aliados, hoy se mueven en escenarios totalmente antagónicos y han caído en una fuerte confrontación.
Hoy se sabe que la relación de amistad y concordia que alguna vez existió entre los que antes fueron aliados, paradójicamente se “emperró”.
Todo inició cuando el líder de una de las partes, dijo a otro de sus ex camaradas, cuando éste le proponía dirimir el conflicto surgido mediante el diálogo, que; “Yo no hablo con los perros, sino con los dueños de los perros”.
Se rumora, que el rompimiento generado entre los ex aliados, tiene su origen en la férrea postura del líder mayor de uno de los bloques, a renunciar a los beneficios y privilegios políticos y personales que ostenta desde hace varios años, y que hoy la contraparte pretende rescatar.
Es por esta y otras razones, que mi mente logró resetear los recuerdos de la gran pelea de perros ocurrida hace ya varias décadas.
Ante ello, mi propia conclusión; Otra vez el infaltable, conflictivo, y codiciado “trozo de carne” viene a terminar con cualquier rasgo de amistad o alianza política.
La realidad es clara y contundente…Las famosas alianzas duran hasta que los soterrados intereses de algunos de los actores salen a flote y se ven amenazados.
Por esa y otras razones, hoy recordé “al Capiro, al vaquero, al Chico loco, y de paso a mi Tata “Miguelón”…. Nos veremos enseguidita.