La polarización política y social -como la pandemia- no amaina. En consecuencia, la calidad del debate político se ha estancado en un nivel similar al de aquel duelo entre chamacos que discuten acalorados quién tiene el ‘gato’ (bíceps) más pronunciado, quién lo tiene más grande (el pie) o quién lo llega más lejos (el escupitajo).
La competencia descrita es clásica de la adolescencia, del proceso de crecimiento y de cambios que todos cruzamos y que nos prepara para llegar a la edad adulta, cuando al fin somos responsables de lo que hacemos, y aptos para discutir y adoptar decisiones sensatas.
Con las personas, ordinariamente, tal progreso se cumple de manera natural, a diferencia de lo que pasa ahora en la vida pública, donde apreciamos algunos signos propios de la adolescencia con políticos dedicados a medir sus potencialidades particulares sin atender a sus obligaciones.
La Consulta Popular celebrada el 1 de agosto, ordenada por la Constitución, dejó ver claras deficiencias en su ejecución, por un lado, pero también ofrece la oportunidad de disponer en México de una herramienta que propicie la participación de los ciudadanos en temas comunes y de importancia nacional.
La primera Consulta reflejó con nitidez la baja calidad del debate político. El primer ejercicio de Consulta, que debería ser motivo de orgullo para todos, se convierte de pronto en un nuevo motivo de confrontacion entre “nosotros” y “los otros”. Así cómo.
Hagamos votos para que la Consulta Popular no solo se quede, sino se perfeccione. El instrumento puede dar valor -mediante el voto libre y secreto- a la voluntad individual y colectiva en un país en el que los gobernantes asumen poderes ‘superiores’ y suelen tomar decisiones de manera vertical, personalizada y en lo oscuro.
De estos hay mil ejemplos en el pasado y aún en el presente (…habrá clases presenciales, llueve, truene o relampaguee).
Ante la dificultad para entendernos, tenemos pocos recursos, pero nos queda perfeccionar la figura de la Consulta como medio para llegar a acuerdos sustanciales.
Para lograrlo, sin embargo, no es útil una visión romántica sobre este ordenamiento, sino, de inicio, un diagnóstico para precisar errores fundamentales del proceso celebrado el 1 de agosto, que habrá que corregir a fin de que el resultado sea confiable para todos.
Como en cualquier duelo deportivo de buen nivel, empecemos por aclarar las reglas y empoderar al árbitro para que cumpla su papel con libertad y eficiencia.
¿Cómo cumplirá éste su rol si a las mentadas de madre de las tribunas sumamos las zancadillas de los dueños de los equipos y de los mismos jugadores?
Elementalmente, también, las consultas próximas deberán ser sobre temas específicos, de interés nacional, con preguntas claras: concisas, macizas y precisas.
Adiós al estilo cantinflesco pues ya va siendo hora de entendernos, mi Chato, que este país se nos puede deshacer entre las manos.