El hombre más preocupado en Sinaloa quizá sea hoy Rubén Rocha Moya. Nadie desea iniciar su mandato cargando con centenares de muertes y un fenómeno natural o provocado (da igual) que crece sin freno. Es posible que el gobernador electo no tenga claro aún de qué recursos dispondrá para enfrentar la calamidad pues aún no tenemos el presupuesto 2022 para el estado.
En cualquier circunstancia, pertenecer al círculo cercano del presidente Andrés Manuel López Obrador es una gran ventaja, pero hasta eso es insuficiente en esta circunstancia.
La preocupación de Rubén Rocha debe ser grande cuando el número de contagios y de fallecimientos continúa incrementándose.
Rocha y sus homólogos tienen enfrente un problema específico: el gobierno de la República y su extrafalario vocero, Hugo Lopez Gatell, no quieren frenar la economía, lo cual se traduce en extender permisos para la operación plena de prácticamente todas las actividades económicas y sociales, aún las no esenciales. A ello sumemos el inminente inicio de clases presenciales.
Tal decisión eleva los índices de riesgo en el país y podría causar un problema sanitario mayor porque la vacunación, el principal elemento de contención (sin desdeñar los avances logrados), no alcanza el ritmo y la cobertura deseados.
Según el sitio Our World In Data (que procesa informes globales sobre la pandemia), México ocupa el quinto sitio (apenas encima de Cuba) en avance de vacunación en América con el 28.1% de la población protegida. En primer lugar aparece Uruguay, por encima de Estados Unidos y Canadá, con el 69.8%.
Pero los gobiernos federal y estatales padecen otro dolor de cabeza: la posible caída de la captación fiscal, indispensable para sostener el aparato burocrático y militar, la continuación de las obras emblema, los servicios y los programas sociales que requieren un flujo constante de multimillonarias cantidades de dinero.
La apertura de la economía es indispensable, sin duda, aunque el sector público sigue emplazado a acelerar la vacunación, privilegiar la detección masiva de nuevos casos y su atención oportuna, entre otras acciones.
No basta con señalar el bajo nivel cultural ‘de la sociedad’. En consecuencia, los ciudadanos debemos ser corresponsables de lo que ocurra, ser conscientes de los peligros y asumir un autocuidado más riguroso y disciplinado.
Es nuestra vida la que está en juego.
EL PANORAMA
Uno quisiera esperar en paz a que termine la pesadilla y transmitir fe a otros. Pero no siempre es posible. Sin ser parte de la discusión cotidiana, admitamos que las perturbaciones mentales son una pandemia bis incuantificable.
Es inevitable alertar sobre el peligro real de infectarnos, de ver agravada nuestra salud y de morir. La amenaza pende ahora también sobre jóvenes y niños.
Huelga repetir que cientos de miles de mexicanos han muerto a causa del Covid. Es real. Y lo peor es que la cifra aumenta cada hora.
La espectativa de que la pandemia se domaría en dos semanas es cosa del pasado. Fue una ocurrencia mañanera. La verdad es que estamos en ‘el pico’ de la pandemia y bajo una tormenta.
Hace apenas unas semanas, la Secretaría de la Defensa Nacional regresó al gobierno de Sinaloa las instalaciones de nuevo Hospital General de Culiacán, utilizado como Centro Covid desde el 2020. La percepción generada por este acontecimiento fue que la tormenta había amainado. Pero no era así: estábamos en el ojo de ella.