Dos horas antes del evento, no es posible saber si la inseguridad será materia de discusión en el segundo y último debate entre los candidatos a gobernar el estado, organizado por el Instituto Estatal Electoral de Sinaloa (IEES).
Aunque al sinaloense común sí interesa saber qué propondrán hacer los candidatos para combatir este mal endémico, durante la campaña a punto de terminar el asunto ha estado lejos, lejos, de las mesas de discusión.
Coincidentemente, en términos generales, todos han planteado la necesidad de fortalecer los cuerpos policiacos y atacar estos problemas de raíz. Pero parece que esto no basta.
Una verdadera política de seguridad implica emprender estudios académicos o científicos acerca de los orígenes del narco, el entorno internacional que fomenta esta actividad, la legislación vigente y otras tantas tareas de fondo que a lo largo de muchas décadas hemos evadido. Los propios expertos que rodean a los candidatos deben saber qué hacer.
En modo irónico, se podría decir que la delincuencia en sus diferentes expresiones ya no existe, y que los programas sociales y los abrazos (ya no los balazos de Calderón) de la Guardia Nacional, de las fuerzas armadas y los cuerpos policiacos locales borraron estos males en todo el país.
Se podría decir, pero, honestamente, no es cierto.
Sin conocer ningún dato cierto, oficial, sobre los motivos y los autores del atentado, no obstante, el asesinato del teniente coronel Joel Ernesto Soto, director de la Policía Estatal Preventiva, nos restrega cruelmente en la cara una realidad triste: la criminalidad es un fenómeno real en Sinaloa.
Sin caer en una jactancia vulgar, recordamos que desde el 2006 publicamos un texto acerca de este fenómeno, advirtiendo que Sinaloa y México se encaminaban francamente hacia un estado de ‘colombianización’, ante lo cual no pocos funcionarios y entes públicos nos reclamaron airadamente lo expuesto.
Es cierto que no hemos llegado a los extremos que sufrió la ciudad de Cali, Colombia, por ejemplo, en donde el estado contemplaba arrodillado una escalada interminable de violencia social y política, pero ¿qué esperamos para actuar?
Si la legalización de la marihuana y otras drogas, si la amnistía, si los problemas sociales en las zonas donde se vive más intensamente estos fenómenos son la solución, hágase.
Lo que nos queda claro a todos, por lo pronto, es que la mecánica del avestruz: hundir la cabeza en el suelo, no soluciona nada.