El Fuerte, Sin.- La esencia colonial permea desde el primer instante en que se ingresa al camino empedrado del hotel. Cada paso exige certeza, pues el asombro comienza desde que el callejón de acceso te abraza con su esplendor y te guía hacia el cielo, elevando el andar del visitante, quien seguramente vivirá una experiencia única e irrepetible.

La recepción es digna de la realeza: a la diestra del huésped se erige una estatua de “El Zorro”, sí, del personaje que da vida a decenas de aventuras inmortalizadas en las distintas expresiones del arte. Ahí reposa el enmascarado, con su espada desenvainada y lista para la batalla, ahí está el hombre leyenda, sobre el jardín central custodiado por el imponente verde que deslumbra las miradas.

El olor a café se aglutina en el sentido, mientras que la vista se funde entre los azules de una inmensa alberca y cielo que cubre la bondad de un pueblo mágico.

Habitaciones hay decenas, pero cada una posee características peculiares, acabados antiguos y colores vivos que culminan en camas perfectamente preparadas para el descanso del espíritu.

Hay una habitación especial; adecuada para testificar el comienzo de las más grandes historias de amor, pues ahí, en la habitación “Gobernador”, las noches son eternas y las lunas son de miel. Ahí se acobija a los enamorado con ventanales que permiten iluminar hasta el último rincón de la sala de estar, cortinas de terciopelo que conectan al suelo la luz que emiten los candelabros magníficos que atenúan con su radiar cada figura que adorna la habitación, la cual es, sencillamente, la mejor que existe.

La armadura de un caballero vela el descender del visitante que es guiado hacia un jardín de ornato, con flores y helechos que exigen a la fuente central el rocío que emana de su estructura. Las buganvilias son parte esencial de esta escenificación, su presencia es más que justificada, pues es la flor incondicional de El Fuerte.

El recorrido continúa hacia la parte añeja del hotel, la “Casa Vieja” recibe con su escalinata a los huéspedes, con un patio que muestra el paso de los años y el buen sentido de la conservación, ahí mismo, la naturaleza exige a la arquitectura su propiedad, pues las estructuras de inmensos árboles se funden con los pilares, convirtiéndose en uno mismo, testigos del paso de los años y de los millares de personas que han desfilado por sus corredores.

Hay un rinconcito especial; un jardín abundante con el espesor adecuado, conservado para traslucir los andadores y la fuente de aguas fluctuantes, oscilantes y vacilantes, ahí se encuentra el sentir con lo natural, el presente con el pasado, el hombre con su aliento, ahí se encuentra el andante con el paraíso.

Así es el hotel Posada del Hidalgo ubicado en el corazón del pueblo más mágico de México: El Fuerte, Sinaloa, ahí donde la familia de La Vega trajo al mundo a Diego, El Zorro.