El 17 de octubre anterior quedamos bajo un estado de excepción impuesto por las balas. Quienes pudimos, nos escondimos a piedra y lodo.
Ese día re-descubrimos nuestra fragilidad, aunque la indignación del pueblo acorralado fue ahogada por la estridencia de las metrallas y de una guerra post electoral que vino a quedarse como la nueva realidad nacional, contra la que aún no hay vacuna.
Los del 2020 son días de terror e incertidumbre. De nuevo somos vulnerables.
No queda bien claro qué sigue.
El barco hace agua y los pronósticos son confusos.
Ya los principales supermercados abrieron antier sus diferentes departamentos, gracias quizá al ‘Factor Calzón’ (la queja viralizada que surgió al abolirse la Ley Seca: si podemos comprar cerveza, ¿por qué no trusas?).
En unos días conoceremos el semáforo que regirá el proceso de tránsito hacia la ‘nueva normalidad’ local, aunque en el del gobierno federal Sinaloa se muestra en rojo.
Toca al gobierno federal y local definir el programa.
Deberán ser muy cautos y hábiles para moderar los ánimos del sector económico, ávido de obtener ingresos para sobrevivir.
Hay que evitar que nos salga el tiro por la culata (¡imagine usted un antro ocupado al 200% de su cupo!) y evitar la aparición de una segunda ola de contagios más intensa y letal.
Conviviremos con el virus y ante ello debemos privilegiar la vida y la salud.
No olvidar -y atender-  la situación de miles de personas sin empleo, ni ingresos, y proteger a los adultos, y sobre todo a quienes padecen enfermedades crónicas.
Debemos lograr que se eleve la cresta.
El gobernador Quirino Ordaz Coppel adelantó que deseamos que se abran los espacios públicos, como los parques y los cines, pero con menos ocupación, lo que podría suceder a mediados de junio.
Para el 8 de junio definirán las reglas para abrir hoteles.
Ha dicho que confía en que los sinaloenses respetarán los protocolos, y sabe que hay y habrá comentarios de todo tipo.
Las medidas que se tomen quedarán bajo el escrutinio de todos. Habrá ruido
Cual espejo de la nueva realidad nacional, frente a la ‘nueva normalidad’, los sinaloenses parecemos separados en dos grandes segmentos: los que queremos  pisto y fiesta, por un lado, y quienes deseamos salvar la vida.