Caminar al amanecer por la orilla del río, cuando todos duermen, oxigena, resetea la mente, fortalece los pulmones y el propio sistema inmunológico. Pero está prohibido. Pero deambular a cualquier hora dentro del Costco, por ejemplo, se permite.
¿Cómo? Uno entra ‘protegido’ con cualquier cubre-bocas a un bodegón inmenso, cerrado herméticamente, con ventilación artificial, sin rutas o puertas de escape seguras… a un paraíso para el COVID-19, junto a cientos de personas que posan sus manos encima de miles de artículos. No cuadra.
Esta permisividad parece un error, según la apreciación arbitraria de un ciudadano semi enclaustrado desde hace 43 días, víctima del insomnio, esclavo del tiempo y asido a escasas herramientas útiles para evitar el desespero.
Quizá está divagación sea disruptiva en el contexto de un esquema de control sanitario rígido, basado en el aislamiento del individuo, quien debe acatar las reglas y no contribuir a empeorar la situación de una ciudad convertida ya en un foco rojo.
FOCO ROJO
Una parte importante de la población nos quedamos en casa por miedo a la muerte o por un auténtico sentido de responsabilidad con quienes nos rodean en casa y con la ciudad misma.
Otros, no. Les vale. Muchos pululan por ahí recreando el ocio, víctimas de una debilidad de carácter que les impide sujetarse a la disciplina y no ser agentes de contagio.
Otros continúan trabajando para llevar el alimento a casa -si no, ¿quién alimentará a sus hijos?- o para no ser despedidos, más un número indeterminado de hombres y mujeres desempleados, sin dinero y sin asistencia social de ningún tipo, que salen en búsqueda del pan diario.
¿Hacen mal estas personas? Uno haría lo mismo.
¿Sabe usted que esto ocurre alrededor nuestro? Si no lo sabe, usted vive fuera de la realidad.
Es difícil juzgar adecuadamente a este segmento de desprotegidos
pues desconocemos sus motivos.
En lugar de la condena automática, sería justo voltear hacia ellos y pensar desde ahora qué haremos después de la ola de infecciones y de muertes y de una nueva crisis económica que, pronostican los que saben, se avecinan.
Despertemos.
No veamos en esta tragedia
-nuestra tragedia- un nuevo caldo de cultivo para alimentar más la polarización y el odio cotidiano.