Sucede en los antros, centros laborales, escuelas, casas de citas, en el bulevar, en las esquinas y frente a nuestras propias narices.
A través de la sección de anuncios clasificados, en las redes y de boca en boca, nos informamos en dónde, por cuánto y cómo se somete a miles de personas a diversas formas de esclavitud.
Como en el resto de México, la trata de personas existe también en Sinaloa. De hecho, el Director del ‘Programa Contra la Trata’ de la 5ta Visitaduría de la CNDH, Manuel Meixueiro Alarcón recién reveló que Sinaloa destaca en la modalidad de explotación sexual, según un diagnóstico nacional.
Al referirnos a la Trata de Personas, hablamos de delitos federales que se cometen por medio de violencia moral o física, privación de la libertad, engaño, abuso de poder, explotación laboral, mendicidad, extirpación de órganos humanos y prostitución.
Al igual que las víctimas, la cantidad de responsables puede ser inimaginable: son quienes financian, inducen, promueven, publicitan, reclutan, transfieren, contactan, consignan, entregan, solicitan, venden, compran y reciben para sí u otros servicios sexuales, laborales u otros de manera ilegal.
Por las barracas de los campos hortícolas de Sinaloa también han pasado miles de niños de Oaxaca, Guerrero o de cualquier lugar en el que el futuro no existe y ni siquiera hay para comer este día. Muchos laboran o laboraron en los surcos. La “justificación” de esta forma de explotación laboral es la pobreza, la fuerza de la costumbre y los requerimientos de mano de obra barata de la actividad agrícola.
Es esta una práctica cíclica que aprovecha la necesidad de los migrantes, quienes fuerzan a sus propios hijos menores a trabajar para obtener más dinero.
Junto con sus padres y abuelos, pasan a ser parte de una cadena de migración temporal que, paradójicamente, no resuelve su condición de miseria, sino al contrario: la eterniza.
Estos niños nacieron sin una infancia para jugar, cama limpia para dormir, padres para recibir amor y protección, agua y aire limpio -sin plaguicidas- para respirar, y acceso a mejor alimentación, salud y educación.
Pero esta (la explotación laboral de muchos trabajadores del campo) es solo una modalidad de trata. En general, las víctimas de este delito se cuentan por cientos de miles.
Niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres vulnerables, migrantes, indigentes, jornaleros, trabajadores utilizados bajo condiciones ilegales, despojados de sus derechos elementales, y cualquiera en condición de vulnerabilidad es una víctima en potencia.
El comercio ilegal de personas para su explotación sexual: la trata de blancas, constituye la segunda actividad ilegal más productiva para la delincuencia organizada en México y el mundo, después del narcotráfico.
Sinaloa aparece entre los estados con mayor presencia de esta forma de explotación (trata de blancas), y la alta incidencia de este delito exige mecanismos confiables para fomentar la denuncia ciudadana e instrumentos eficaces para proteger y resarcir daños a las víctimas.
No obstante, la inmensa mayoría de los sinaloenses desconoce la variedad de modalidades en que se presenta cotidianamente este delito.
Si no hay divulgación acerca de estos males sociales, tampoco existe investigación o programas específicos que los combatan.
Cuando una persona sea sentenciada por la comisión de este delito (¿cuántas lo han sido en Sinaloa?) como penalmente responsable, el Estado debe garantizar el pago de los daños, los costos del tratamiento médico, de la terapia, la rehabilitación física y ocupacional; del transporte, alimentación, vivienda provisional y el cuidado (especialmente) de personas menores de 18 ó mayores de 60 años.
Parece un reto gigante y algo nos dice que hay grandes tareas pendientes.