(Fifí: adj. y com. amer. col. [Persona] de familia adinerada que no trabaja en nada; RAE: persona presumida o que se ocupa de seguir las modas)
Si eres un rico ocioso, sibarita y presumido, o si tu vida son las modas, acomódate entonces el término Fifí usado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Si, en cambio, eres un ciudadano trabajador, sencillo y ajeno al vaivén de las modas, ¿por qué y para qué te ofendes al leer o escuchar tal expresión?
En el caso de quienes trabajamos, colaboramos o poseemos acciones en empresas de comunicación (¿Prensa Fifí?), podría ser igual: si eres una persona o una empresa-medio de comunicación no archimillonaria, parásita o fanfarrona, no tienes por qué ofenderte. Soseguémonos.
Lo anterior viene a cuento porque el domingo pasado apareció en carteles y se escuchó en la Marcha del Silencio (no fue tan silenciosa, por lo visto) una demanda en contra del uso de la palabreja Fifí.
La marcha realizada en varias ciudades tuvo el fin de manifestar el rechazo a las políticas y acciones del gobierno lopezobradorista que, para sus opositores, atentan contra los derechos de niños y niñas, frenan el proceso educativo, limitan los servicios de salud y pervierten la vida pública nacional.
Una petición fue que AMLO elimine “el lenguaje violento” contra la sociedad y la prensa y deje de emplear el término Fifí, lo que nos lleva a aducir que el uso de esta palabreja, en un caso extremo, podría convertirse -según el nivel de malestar que parece generar- en un factor de confrontación entre una parte de la sociedad y el Presidente de la República, lo que resultaría inaudito.
En León, Guanajuato, con Vicente Fox a la cabeza del contingente, se escuchó: “¡Somos mexicanos, no fifís!”, mientras en el Monumento a la Revolución (CDMX), con el puño en alto, los manifestantes pidieron la renuncia del Presidente y advirtieron: “¡somos un chingo!”
En su conferencia madrugadora de ayer, AMLO se refirió a las marchas. Y bateó bien las pedradas:
Celebró las manifestaciones porque “en una democracia hay contrapesos” y admitió que no es “monedita de oro”; reiteró su respeto a la libre manifestación, aunque reiteró que los más desprotegidos tienen y tendrán “preferencia”; deseó “que sigan manifestándose, porque eso es lo más sano para el país”, y festejó “que den la cara, (pues) tenían tiempo que esto no pasaba, (y) significa que vamos avanzando”.
El empleo terco, recurrente, del calificativo Fifí, viene desde años anteriores. Sin rasgarnos las vestiduras, quienes no otorgamos un significado ofensivo al término Fifí, advertimos en quien lo expresa apenas un espíritu burla burlando.
El calificativo, aplicado también contra algunos empresarios, políticos, partidos o grupos y personas ajenos a la 4T, no responde al vapuleo mediático que ha resentido con evidente enfado el propio AMLO como candidato, primero, y ahora como Presidente de México.
Si bien Fifí no significa nada (por lo tanto, no ofende), también es cierto que el abuso de la palabra adquirió una connotación preocupante, pues ser Fifí etiqueta, segrega, distingue, marca a “los otros”.
Si creemos que una palabra no afecta, ni perjudica, es hora de empezar a creer que todas las palabras, todas, tienen un gran poder y efectos. Bueno sería que los ciudadanos no nos ofendamos por estas etiquetas tan simplonas, como también que AMLO comprenda que su abuso sugiere segregación y marca.