Al hablar del transporte,  la política y la inseguridad, los culichis nos convertimos en expertos (sobre Beisbol, ni mencionarlo). Así, nuestros diagnósticos resultan hiper exagerados y afirmamos sin rubor ni rigor que padecemos el peor servicio de transportación de personas, que aquí todos somos corruptos y  que hay más asesinatos en Culiacán que en cualquier otro lugar del mundo.

Pero al calificar al transporte, a los políticos y a la inseguridad, quizá debamos ser un tanto prudentes, sin dejar de entender que nos sobra razón en ocasiones para ser drásticos.

Culiacán carece de un transporte público con conductores medianamente capacitados, respetuosos, autobuses bien equipados, limpios, cómodos y seguros; de rutas bien trazadas y de otros accesorios, pero estamos lejos de padecer el peor servicio de México o del mundo (no consuela esto, pero hay ciudades más atrasadas en este aspecto).

La buena nueva es que, después de una década en la que el gobierno de Sinaloa soltó a su suerte el asunto del transporte, éste es parte nuevamente de la agenda pública.

Quirino Ordaz Coppel y Jesús Estrada Ferreiro –o Jesús Estrada Ferreiro y Quirino Ordaz Coppel- empujan juntos una gestión que  el propio Andrés Manuel López Obrador -confían el gobernador y el alcalde de Culiacán-  respaldará con todo, incluido un paquete de financiamiento acorde a las posibilidades de la entidad y de quienes arriesgarán sus inversiones en la implantación de un Sistema Integrado de Transporte (SIT) tipo BRT (Bus Rapid Transit, por sus siglas en inglés, similar a los sistemas que operan en CDMX, Monterrey y en otras urbes.

Por otro lado, es cierto que la inseguridad persiste como una enfermedad crónica –sin cura definitiva- que lacera y ofende a todos, aunque algunos observadores y organismos acreditados avalan que los principales indicadores (homicidios dolosos, secuestros y otros delitos) han cedido y se han movido a la baja los últimos años en la capital de Sinaloa.

¿Todos somos corruptos? ¡Tampoco! Cuando menos usted y los suyos, no.

¿CÓMO EVALUAR AL TRANSPORTE?

Conviene evaluar diversos elementos, entre ellos la integración de los distintos modos de transporte de la ciudad, la planeación de la red, el nivel de cumplimiento y puntualidad del servicio; la calidad de información que ofrezca a los usuarios sobre el sistema (horarios, cobertura, tarifas, congestionamiento, tiempos de espera, mapas y otros datos), así como la incorporación de servicios alternos que permitan al SIT integrarse a la vida urbana y constituirse en el eje principal del modelo de movilidad que se adopte.

En este último aspecto, Culiacán presenta una gran ventaja con la elaboración, bajo la coordinación del IMPLAN, del Programa Integral de Movilidad Urbana Sustentable (PIMUS), un instrumento de planificación indispensable en la gestión de nuevos proyectos de transporte público, el cual se encuentra en proceso de aprobación en el Cabildo.

Conviene observar que el gran rezago en materia de transporte público urbano no es privativo de Culiacán, ni de Los Mochis y Mazatlán. El atraso es similar o mayor en muchas ciudades mexicanas y de Latinoamérica, aunque algunas urbes han transformado estos servicios y son ejemplo en materia de mejoras a la movilidad urbana.

El proceso ha sido lento. Desde hace pocos años, muchas ciudades han mejorado sus servicios de transportación en Latinoamérica y en México, aunque  seguimos lejos de alcanzar lo que necesitamos.

En varios países, los momentos de bonanza económica han aumentado la capacidad adquisitiva de la gente, pero, paradójicamente, se ha reducido la ocupación del transporte público.

Una consecuencia de ello es que no se realizan grandes inversiones en transporte y, en consecuencia, se alienta el uso y el abuso de los autos como medio privilegiado para moverse en las ciudades.

El resultado en Culiacán es desastroso: alrededor de medio millón de vehículos automotores circulan por sus calles con el consiguiente caos y un saldo trágico preocupante (según INEGI, en 2015, Culiacán apareció como la ciudad con mayor número de niños fallecidos en hechos de tránsito).

También, para eliminar los obstáculos y las desventajas que muestran otras zonas metropolitanas para la transformación integral de sus sistemas de transporte, Culiacán deberá consolidar un sistema de planificación urbana de largo plazo, con una visión de cuando menos 20 años, y no incurrir en el error frecuente cometido por muchos municipios en el sentido de planear para unos o dos años más.