El 1 de octubre marcó el inicio de una era política de consecuencias inimaginables. Morena y el tsunami del 1 de julio se apoderaron hoy del Congreso del Estado y lidiarán con una nueva oposición evidentemente disminuida y desorientada.
Contra los pronósticos de muchos, sin embargo, el protocolo usual para el despido de la Legislatura ante ríos se efectuó en un ambiente adecuado en términos políticos.
Para muchos, esta es la necesaria cordialidad republicana.
El jefe del Ejecutivo, Quirino Ordaz Coppel, fue recibido en el recinto con un tratamiento decoroso por los nuevos jerarcas del Poder Legislativo y los centenares de asistentes a la sesión protocolaria.
Ni rechifla, ni descortesía hacia el gobernador.
Sí un trato de tú a tú, como debe prevalecer en un Estado en el que cada Poder asume el ejercicio pleno de sus facultades constitucionales, independientemente de que la presidente de la Junta de Coordinación Política, la morenista Graciela Domínguez, dibuje una agenda legislativa orientada a la revisión y posible derogación de reformas y decretos de ley aprobadas los últimos días por una mayoría afín al gobernador.
Las cosas en Sinaloa y México cambiaron de manera abrupta.
El propio Quirino habrá de hacer gala de destreza y los mejores oficios para sostener una relación productiva entre poderes.
Lo mismo los legisladores, obligados a hacer patente su voluntad de cambio frente a un escenario incierto en todos los órdenes, sobre todo ante la desesperación que prevalece en miles de familias afectadas por el temporal reciente.
Quienes gobiernan y quienes se estrenan como legisladores tienen la encomienda enorme de responder con políticas eficaces y acciones que mitiguen el hartazgo social expresado el pasado mes de julio, dejar atrás la reyerta electorera y mejorar las cosas como ofrecieron y juraron hacerlo este día.